MARÍA ANDREA NIETO ROMERO | El Nuevo Siglo
Lunes, 17 de Junio de 2013

Defraudados

 

Contrario  a los índices de felicidad que un cierto estudio le adjudica a la sociedad colombiana, este es un país que en su esencia misma vive decepcionado y desconfiado por los fraudes a los que hemos sido sujetos por generaciones en nuestra historia.

Defraudar, según el diccionario, es “frustrar y no responder a las esperanzas que se tenían puestas en ello”. Es pues un asunto de confianza, de seguridad. Y de manera fundamental, los/as colombianos/as vivimos constantemente defraudados. De una parte por lo obvio, los millones de pesos que se roba “alguien”, los anhelos y esperanzas puestas en otros “alguien” y que al final terminan por evaporarse y esfumarse. Sentirse defraudado es doloroso. Haber confiado, creído y esperado, y al final comprobar el engaño genera sentimientos de rabia, intolerancia, desconcierto y decepción. En esas emociones transitamos de manera constante los/as colombiano/as.

Creo que esa frustración se alimenta de los fraudes que de manera repetitiva se han cometido contra la sociedad. La gente, en términos generales, desconfía de todas las personas, de las buenas propuestas, de los buenos y malos políticos/as, de los proyectos que pretenden generar esperanza, de las buenas intenciones y de las malas también, por obvias razones.

Repito, nada más doloroso que perder la confianza. Con mucha dificultad vuelve y se recupera, pero eso sucede por instantes muy breves y a veces los colombianos hemos recuperado por poco tiempo la confianza en que no habrá más engaños, pero la felicidad, si es que se puede llamar así, dura poco.

El colombiano común y corriente tiene un sentimiento de decepción profunda, la falta de confianza degenera en frustración. Nada más aburridor que convivir en una sociedad en la que todos creemos que el otro se está aprovechando, que alguien nos va a perjudicar, en la que sentimos que las instituciones se aprovechan y que siempre hay una trampa implícita que nos encontramos en la obligación de descubrir.

Es complejo afirmar que no es posible una solución, los medios de comunicación, alimentan esa decepción y se encargan de mostrar sin consideración las repetidas acciones indebidas y muchas veces magnifican situaciones que no deberían utilizarse para alimentar estos sentimientos.

La complejidad de Colombia, no es muy distinta a la de la mayoría de los países, pero lo cierto es que los laberintos que componen nuestro ADN emocional como habitantes de esta patria, son difíciles de entender y nos debatimos entre creernos el cuento de que somos un gran país y la realidad que afrontamos día a día.

@mandreanieto