La universidad pública se ha lanzado a la calle a presentar el eterno reclamo de la educación al Estado colombiano. Falta de presupuesto. Inicialmente se hicieron marchas casi que institucionales. Rectores, profesores, estudiantes y trabajadores de las universidades públicas marcharon unidos en un único reclamo. Incremento presupuestal inmediato y variación de la fórmula de incremento anual del presupuesto, de modo que las universidades puedan responder por el mantenimiento de sedes dignas, por la apertura de nuevos programas y por los gastos de funcionamiento y de personal. Reclamaciones apenas justas.
Como el gobierno nacional dispuso de una partida adicional de presupuesto, la mayoría de los rectores se marginaron de las protestas. Sin embargo, estudiantes y profesores siguieron (y van a seguir) marchando con el propósito de lograr que el incremento presupuestal se haga a la base y no como un partida adicional ocasional que simplemente resuelve la coyuntura, pero no el problema estructural.
Las marchas de los estudiantes habían transcurrido dentro de la normalidad, con la solidaridad de la ciudadanía y en relativo control de los vándalos hasta el jueves 8 de noviembre cuando se presentaron serios incidentes de éstos, entre ellos el lanzamiento de un “coctel Molotov” contra un grupo de la Policía Nacional que custodiaba las instalaciones de RCN Radio, contra cuyas paredes se han ensañado.
Adicionalmente, ese día los organizadores de las marchas estudiantiles tomaron la decisión de dirigirlas no solo en la dirección tradicional de la Plaza de Bolívar de Bogotá, sino hacia la calle 100, generando tal caos del tráfico que cualquier usuario del transporte público terminó demorándose en promedio 5 horas en el sistema.
La situación ocurrida el jueves fue inmediatamente capitalizada por algunos medios, comunicadores y opinadores para descalificar todo el movimiento estudiantil y para generalizar como vándalos a todos los estudiantes. La promoción de semejante versión es manifiestamente injusta. Es evidente que los “capuchos” que se insertan en las marchas son inadaptados de esos que aún no se enteran de la caída del muro de Berlín, y carecen de cualquier respaldo de la mayoría de los estudiantes. Su presencia en las marchas es ya de por sí un acto de agresión contra los propios estudiantes y una evidente omisión de las autoridades. Incluso en las redes sociales se ha propalado la especie de que algunos actúan al abrigo del propio Estado.
En todo caso no debe perderse de vista el fondo del debate que están planteando las marchas de los estudiantes. El del presente y futuro de la universidad pública en el país. El Presidente de la República haría bien en separarse de todos sus antecesores y dejar esa especie de arrogancia institucional que les impide recibir a los dirigentes de los movimientos populares, casi que obligándolos a las vías de hecho para hacerse oír.
Todavía retumba la frase del entonces presidente Santos cuando refiriéndose al paro agrario dijo con sorna digna de mejores causas que “el tal paro no existe”. Duque parece estar yendo por el mismo camino, no lo ha dicho, pero se porta como si para él “los tales estudiantes no existieran”.
@Quinternatte