Magna Charta Liberatum | El Nuevo Siglo
Viernes, 25 de Agosto de 2017

No están hablando de prohibir el aterrizaje de Ovnis en la carrera 7ª. Están hablando -juristas, expertos y legisladores- de prohibir expresamente, en la Carta Magna, uno de los fenómenos más abominables de la historia de Colombia: el paramilitarismo. Una aberración contante y sonante que nos costó pueblos masacrados, éxodos campesinos,  niños huérfanos de padres, y  padres huérfanos de hijos. Nos costó un sector socio-político,  vendido al más infame postor.

Los paramilitares fueron una mutación de  las Asociaciones Comunitarias de Vigilancia Rural “Convivir”, que nacieron (ellas) con la intención -no sé si real o aparente-  de ayudarle a la Fuerza Pública en su misión de llevarle paz y orden al campo colombiano.

El concepto de Carta Magna se remonta a la Ley de las XII Tablas (siglo V A.C.) y a las épocas de Juan sin Tierra (siglo XIII D.C.); desde  sus orígenes ha sido el documento destinado a darle ordenamiento jurídico a sociedades desbordadas por falta de límites y exceso de conflictos, y es como se denomina el texto que consagra los derechos y deberes de “una sociedad constituida como nación”.

En la Carta Magna -Constitución o Magna charta libertatum- se habla de problemas reales: de condiciones humanas, normas y comportamientos, y de lo que no se debe hacer. No es una ofensa enfatizar en la prohibición de conductas delictivas, ni eso traduce que antes fueran lícitas. Es lógico prohibirlas porque dañan personas y comunidades, y son nocivas para el desarrollo de una nación.

El paramilitarismo no ha sido un mito, ni  una herramienta diseñada para atacar ex gobernantes. Merece ser rechazado en todos los documentos posibles, y lo malo no es denunciarlo sino patrocinarlo, celebrarlo o jugar al eclipse.

Las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC) son una vergüenza irrepetible, y este amado país nuestro -tan lleno de lutos y de amnésicos- debe entender sin velos ni pretextos, que espantos así son y serán prohibidos por ley y principio.

Si para ello es preciso que esté escrito y reteñido en el ordenamiento jurídico rector de la nación, pues escríbanlo. De seguro, sobrevivientes de Mapiripán, el Salado, Miraflores o Yolombó  se ofrecerán como voluntarios para redactar el mandato; mil veces querrán trabajar en los diminutos ríos de tinta mojando el papel, para que nadie más se ahogue en  los gritos causados por la brutalidad y el horror.

Punto aparte, y  palabras positivas:

Hoy hace 100 años nació Guillermo Nieto Cano, pionero de la cirugía reconstructiva en Colombia y fundador en nuestro país del primer Servicio hospitalario para pacientes quemados. Médico-milagro, maestro, tío y confidente; mi amor y gratitud, hasta el Cielo y más allá.

Y ustedes, amables lectores, por favor  recuerden que este domingo la solidaridad abre las ventanas del corazón y sale a caminar. ¡Los invito! Salgan a las calles, donen alegría, dinero, compañía y voluntad. La Caminata de la Solidaridad es quizá el derecho/deber más dulce y feliz que conozco. Y Doña Nidia y María Carolina, dos mujeres que brillan con luz propia, para iluminar el corazón de Colombia.

ariasgloria@hotmail.com