Luis Ernesto Gilibert Vargas | El Nuevo Siglo
Miércoles, 2 de Diciembre de 2015

Cría cuervos y…

“Injustificadas arremetidas contra el mando”

 

Una máxima muy dura pero aplicable a muchas situaciones donde la lealtad se pone en tela de juicio y con facilidad, donde  se olvidan los favores recibidos así como las muestras de amistad  y oportunidades brindadas. Esa realidad la vivimos a cada paso en nuestra  lucha por  la vida, y la humanidad asiste sombrada a la diaria afirmación de esta  sentencia, olvidando en cada episodio toda una novela de frustraciones comunitarias o personales. La historia de la Policía Nacional  nos muestra casos dignos de sombro y en esta oportunidad pretendo llamar la atención sobre hechos actuales que nos corroboran la vigencia permanente de la moraleja.

 

A lo largo de los años nuestra institución se ha profesionalizado, valorando y formando sus hombres en medio de tensiones, apoyos y obstrucciones; en los albores de los años cincuenta, la prioridad para el cuerpo de oficiales estaba sustentada en el servicio, única  razón del hombre policía y todo su tiempo debía estar destinado a este fin, sin espacios para actividades diferentes y  solo en horas señaladas al descanso, podían los oficiales emplear tiempo en temas diferentes al servicio, encontrándose por lógica las posibilidades de estudio, marginadas del diario acontecer. Mucho lucharon  nuestros antecesores para lograr espacios y permisos destinados a la academia, pero sus anhelos se fueron abriendo para dar paso al profesionalismo en carreras liberales, afines  como condición, a la filosofía y  doctrina institucional. Los resultados redundaron a favor del mismo servicio incrementando las calidades humanas para bien de la ciudadanía. Ante los excelentes resultados, los mandos direccionaron el método hacia  la potenciación del conocimiento, abriendo espacios desde la misma Escuela General Santander para administrar la inquietud académica de los oficiales.

 

Pero la embestida didáctica no se detuvo en el nivel superior, sino que los directivos   fijaron estos motivos en el mando medio y  los suboficiales -hoy nivel ejecutivo- iniciando programas destinados a motivar la culturización en estos hombres, sin olvidar las bases institucionales compuestas en su momento por agentes de policía, hoy patrulleros. Así proyectaron  en los estatutos de carrera un futuro profesional  para todos sus hombres. Estos servidores de base fueron adquiriendo conocimientos  en profusas disciplinas, mostrando la mayoría compromiso con su policía, reconociendo en ella la cultora y motivadora de perspectivas alentadoras. Pero no faltaron hombres que, aun sin consolidar su formación académica y reclinados en los nuevos conocimientos, esos  que la policía les proporcionó,  dieron rienda suelta a sus apetitos incontrolados y haciendo gala de un total  desconocimiento del andamiaje administrativo institucional, a más de omitir las gestiones ante el gobierno,   la emprendieron contra el mando sin entender que las imposibilidades de  atender sus pretensiones  de ascenso, válidas por demás,  hacen parte de contingencias ajenas a la policía    Lo dicho: cría cuervos y…