SENTENCIAS INEQUITATIVAS
Justicia requiere siquiatra
LA Biblia nos narra, con suficiente claridad, la actuación digna del Rey Salomón para administrar justicia. Él clamaba al Señor: “Enséñame a escuchar para que sepa gobernar a tu pueblo y discernir entre el bien y el mal”. Así fue como el Señor le concedió una mente sabia y prudente.
Por ello debemos destacar el episodio en el que dos mujeres acuden a la Corte de Salomón para disputarse la maternidad de un niño vivo, porque el otro estaba muerto. Ante semejante situación tan difícil, para decidir en justicia, Salomón apeló a la parte emocional de las dos madres.
Ordenó traer una espada, advirtiendo a las dos mujeres que dividiría al niño vivo en dos para que ambas queden con una parte de la criatura. Así logró mover las emociones de la verdadera madre, quien prefirió renunciar a su reclamo por cuanto la vida de su hijo era más valiosa que la defensa de su maternidad. Salomón, gracias a lo que hoy se conoce como inteligencia emocional, pudo reconocer la verdad que estaba oculta en el conflicto, verdad institucional -la veris dictio- y, con base en ella, pudo aplicar el derecho -la iuris dictio-.
Este ejemplo señala con suficiente claridad los parámetros para una buena aplicación de las normas jurídicas por parte de nuestros jueces en pleno siglo XXI. Es decir, dictar sentencias equitativas basadas en la verdad, con previo conocimiento de la parte emocional de los seres humanos.
Pero, ¡oh decepción !. En nuestro siglo la justicia ha sido aplicada alejada de toda formación sicológica. Para sorpresa los violadores y homicidas pueden ser considerados unos “santos” después de cumplir una pena en un establecimiento carcelario. Ahora también se establece la casa por cárcel, aún para los que día a día aplican la violencia intrafamiliar.
La Corte Constitucional estableció que para los abusadores de niños se pueden reducir penas, porque “es un derecho y una garantía mínima de dignidad”. Para ellos no existen los derechos prevalentes ni la dignidad de los niños. Los magistrados de la Corte Constitucional y los jueces carecen de un conocimiento sicológico para dictar jurisprudencias. Desconocen que hay una ciencia llamada PNL, programación neurolingüística, y una inteligencia emocional que contempla un cerebro límbico que rige las emociones, la afectividad y la comunicación con los demás.
Si nuestros jurisconsultos entendieran que un violador, como Garavito, o un homicida como el asesino de Monserrate, o maltratadores familiares actúan por un trauma adquirido desde su infancia, que en su interior lo llevan como una programación maligna, nunca van a retornar a la libertad como unos verdaderos “apóstoles” de la vida humana. Ellos llevan en sus mentes el instinto animal de matar, de hacer daño, aunque con sus palabras digan lo contrario en forma racional.
Por favor señores magistrados y jueces acudan primero a un siquiatra para que los libre de la expedición de una sentencia inequitativa, que cause mayores perjuicios a nuestra sociedad, atropellando la dignidad de seres inocentes.