Colombia necesita que el desarrollo de su infraestructura sea mayor y eficiente, no solo para poder acortar la distancia entre las regiones y las ciudades sino también para poder ser competitiva a nivel comercial. Con tristeza, al analizar este tema, recordamos cómo hace treinta años contábamos en el país con un tren que recorría el territorio nacional de sur a norte y nos presentaba una alternativa agradable para llegar a destinos como Santa Marta o Cali. Este mecanismo, esencial no solo por su costo sino por su capacidad, en lugar de ser desarrollado, actualizado y mejorado, fue cerrado por completo.
Estas son las decisiones que yo, como colombiano, no logro entender. En un territorio montañoso como el nuestro, contar con un mecanismo de transporte adicional es fundamental para poder conectar a nuestros pueblos, eso sin tener en cuenta la inversión tan grande que se desaprovechó.
Nunca se imaginarían nuestros ancestros que la corrupción y el apetito económico de nuestros transportadores, así como la falta de acción de nuestros gobiernos, dejarían que se aniquilara el tren para que los empresarios del sector de carga y transporte llenaran sus bolsillos usando las carreteras, sin consideración ni responsabilidad.
Es ilógico además, teniendo en cuenta que mantener las carreteras, cuya construcción es más compleja y costosa por las características propias de nuestra geografía, supone inversiones más altas de mantenimiento por la movilización de grandes y pesados vehículos de carga.
Hoy en día, son más caros por ejemplo los fletes de transporte del interior del país a la costa, que de los puertos a otros continentes. ¿Qué competitividad podemos alcanzar así?
Si analizamos el tema la navegabilidad del río Magdalena, encontramos que la deforestación a través de los años ha tenido como consecuencia el hecho que hoy tampoco lo podamos utilizar como en el pasado lo hacíamos. Aquí de nuevo, es inevitable volver al tema de la corrupción. Han sido muchos los sistemas que hemos destruido por responsabilidad de los corruptos. Es mucho el daño que estos nos han causado.
No podemos seguir tolerando que en nuestro país los dirigentes sean personas que escasean valores éticos y principios morales y se dedican a pisotear el interés común en beneficio propio. Todos los días vemos un escándalo más y no vemos mayores acciones con la rapidez que esta situación requiere de nuestra justicia y de los cuerpos de investigación.
Sé que la actual administración tiene mucho interés en fortalecer nuestros distintos sistemas de infraestructura y comunicación; también de nuestro sistema judicial, pero es muy importante que haya en toda nuestra clase dirigente consciencia para apoyar estos temas. No queremos más aplazamientos en las decisiones políticas y judiciales. Necesitamos más acción y menos discursos. Requerimos un pacto contra el delito y el mayor desarrollo a través de gobernabilidad, que permita al gobierno liderar las transformaciones y medidas que Colombia requiere con urgencia.