Todo indica que en Colombia llegamos tarde a todo: el costo de los combustibles por la distancia entre Bogotá y los puertos marítimos y por la lejanía de los consumidores del resto del mundo, no podemos competir. Además estamos años luz en creatividad y novedad en la tecnología agrícola y la investigación respectiva, en el mundo desarrollado. Mientras tanto nos queda una alternativa ganadora: nuestra exclusiva fauna y flora, nuestra geografía, nuestros recursos hídricos y la variedad de climas: en esto nadie nos gana.
Pero con un turismo sin planeación, sin proyectos, sin preparación pertinente y relevante, sin recursos económicos, sin la participación -en calidad de propietarios de los residentes y nativos- sin pensar en grande, no vamos a llegar a ninguna parte. Basta con ver lo que han hecho con Guatavita y Sesquilé: La arquitectura ha sido intervenida sin ninguna gracia. La navegación en su fabulosa represa está a punto de morir, los clubes tradicionales ya fueron notificados que les quedan pocos días de vida, siendo que estos son los que promueven este deporte (excepto dos marinas que se han convertido en negocios personales).
Hoy, los restaurantes y hoteles de estos municipios -en una calificación de una a cinco estrellas- no pasan de dos estrellas, si mucho. De los demás deportes, que hubo hace algunos años, nada queda: no se pensó en la infraestructura indispensable para estos deportes como baños limpios, comida excelente, pequeños hoteles bien diseñados y atendidos profesionalmente. Motociclismo, parapente, ciclo montanismo, ciclismo turístico, aéreo-modelismo Y de las artesanías nadie se acuerda. ¿Cómo desconocer la riqueza de los países que viven del turismo?
De aquí que el dilema que tenemos que resolver es: o seguimos con turismo de carpas y glampings (estoy hablando de los municipios de Guavio, Cundinamarca), ¿quién sabe para qué? o atraemos a turistas generosos, con recursos económicos interesantes, que buscan distraerse practicando algún deporte sano, al aire libre o afición por la naturaleza y paseos ecológicos. Este es otro cantar.
Por esto debemos y podemos responder a este reto como es debido: alcaldes y gobernadores respondiendo sin improvisar o haciéndose los de la vista gorda. En el entendido qué si seguimos, con el turismo de olla y perol difícilmente podremos salir adelante o reversar y no podríamos hablar del fabuloso turismo internacional interesado en Colombia, pagando con dólares.
Los gobernadores y alcaldes, diputados y concejales, rectores y profesores, deberían tomar cursos sobre turismo: esto implica administración de servicios (gastronomía y negocios, fundamentos de los deportes y demás actividades de interés turístico, fauna y flora…) además, los dueños de los negocios locales deben conocer de primeros auxilios en los lugares en los que se practique cada deporte…Pero, sobre todo, los dueños -tradicionales- de los terrenos deben ser los más preparados para unirse como empresarios, de manera que estos sean los más interesados y más beneficiados.
En fin, sabemos que en lo único que nadie nos puede ganar es en el “paraíso” que es nuestra Colombia y en la belleza de nuestros campesinos. Y que, además, tenemos un ministro y un viceministro de turismo: pilosos, comprometidos y preparados. Por esto, hoy, no podemos llegar tarde.