R.I.P.
Creando mártires subversivos
“La vida de Camilo Torres terminó en el sacerdocio”
Los años 60 fueron de euforia para la izquierda revolucionaria. Fidel Castro derrocó a Batista en Cuba y con su ejército de barbudos y con lugartenientes como el Che Guevara se convirtió en el paradigma del comunismo latinoamericano. Castro trató de exportar su ideología por el subcontinente y en nuestros países empezaron a proliferar los movimientos subversivos de orientación comunista. En 1964 nacen las Farc de inspiración soviética y el ELN (Ejército de liberación nacional) imbuido por el ejemplo castrista. Muchos llegaron a predecir un rápido triunfo del comunismo en Latinoamérica.
Fueron también los años en que surgieron las ideas de un cristianismo (catolicismo y protestantismo) más proactivo, inclusive beligerante, en la lucha contra la pobreza y al que luego se denominó teología de la liberación. Dentro de este contexto, un eclesiástico católico, de familia burguesa (como llaman los comunistas a la clase media), Camilo Torres Restrepo, desde joven activo en acciones políticas, abandona el sacerdocio y adhiere al ELN. Su participación no es solo ideológica, sino que decide empuñar las armas y combatir al ejército.
Inmediatamente los cabecillas del movimiento se dan cuenta del potencial propagandístico de un exsacerdote “burgués” en sus filas y, sin mayor entrenamiento (tres meses después de que Torres entró a su movimiento), lo envían al combate. Lo inevitable ocurre. En el primer enfrentamiento del bisoño guerrillero (15 de febrero de 1966), las fuerzas militares bajo el mando del coronel Álvaro Valencia Tovar lo dan de baja en Patio Cemento, Santander y el ELN tenía ya un mártir.
Sus restos, con el conocimiento de su familia, reposan en un panteón de la Quinta Brigada, a donde los trasladó el General Valencia, sin que el sitio exacto fuera de conocimiento público para evitar el protagonismo. Pero con el paso de los años la importancia proselitista del excura caído luchando contra las fuerzas capitalistas decayó y poco se oyó mencionar a Camilo Torres.
Ahora, cincuenta después de su muerte, el ELN, deseoso de amplificar su imagen, ante la proximidad de una negociación con el gobierno para deponer las armas, pidió al gobierno identificar su tumba y convertirlo en héroe nacional. El Presidente Santos, como era de esperarse en él, accedió a la petición y dio orden al ejército de encontrar los restos del “cura” guerrillero para exaltarlo, aunque extraña que el gobierno no lo supiera.
Ojalá que la familia Torres le reitere al Presidente su voluntad de que, como lo mencionó el General Valencia Tovar (citado por María Isabel Rueda), “Seguí el resto de mi vida la instrucción de su hermano Fernando: que el cuerpo de Camilo nunca fuera utilizado para ningún bochinche porque para él la vida de su hermano terminó en el sacerdocio”.