LIONEL MORENO GUERRERO | El Nuevo Siglo
Viernes, 23 de Mayo de 2014

La extrema izquierda y Santos  

 

Poca trascendencia se ha dado al artículo del exministro Juan Camilo Restrepo, publicado en este diario el pasado domingo y en el cual felicita al Gobierno por haber logrado la suspensión del paro agrario que nuevamente había aislado varias regiones y bloqueado numerosas vías. Pero enseguida alerta sobre las posibles consecuencias negativas del acuerdo al haber dado representatividad a numerosas organizaciones, no propiamente campesinas, con pretensiones coincidentes con las de las Farc, algunas de las cuales los negociadores oficiales no habían aceptado en Cuba, como autonomía de las zonas de reserva campesina y la extensión a todo lo que se haga en el campo a la obligación de “concertar” con los habitantes de las regiones, obstáculo, chantaje, al desarrollo que conocemos. Si bien los peligros que este acuerdo conlleva y que no necesariamente se concretarán, algo que indudablemente los organizadores del paro saben, no dejan de inquietar. Conociendo quienes manejan estas organizaciones se sabe, como el exministro lo dice, cuáles serán sus exigencias: prohibición de la inversión extranjera, rechazo de los TLC ya aprobados, suspensión de las licencias mineras, ningún proyecto rural sin aprobación previa de los habitantes del área, zonas de reserva campesina autónomas (republiquetas como él las llamó en ocasión anterior). Seguramente el Presidente no va a aceptar todas estas pretensiones pero son una base para comenzar y sobre la cual el Gobierno, dentro de la idea de que en una negociación hay que hacer concesiones, se sentirá obligado a consentir algunas. ¿Cuáles?  

El Gobierno del presidente Santos no es realmente de izquierda, pero la izquierda colombiana lo considera preferible a un gobierno de Zuluaga, inspirado por Álvaro Uribe. De allí sus gestos para favorecer la reelección: tregua unilateral de las Farc por una semana (la de la primera vuelta de las elecciones presidenciales); acuerdo, el 16 de mayo, sobre drogas ilícitas (indicando que las negociaciones de La Habana avanzan por buen camino y la paz está a la vuelta de la esquina); respaldo de Petro a la reelección (¿Quién lo hubiera pensado?). Vale la pena preguntarse si, una vez pasadas las elecciones, Santos será tan receptivo a las pretensiones farianas como ahora parece. Si es reelecto su deseo sería solo pasar a la historia como quien hizo la paz con las Farc, la que, en realidad, no sería una paz general asegurada, como no se logró con la paz con el M-19. Permanece el Eln, que recibiría a los guerrilleros que quieran continuar con el narcotráfico, si es que estos no forman un nuevo grupo, sea con pretensiones políticas o simplemente narcotraficantes. Además no querrá quedar Santos como el presidente que entregó la democracia colombiana. No olvidemos que para un verdadero acuerdo falta mucho, mucho, por convenir, como la entrega de armas y el castigo por los crímenes cometidos.