No existe la menor discusión entre amigos y quienes no lo son de Álvaro Uribe, con respecto a su liderazgo en el país. Gústenos o no nos guste es un político con en el cual se es necesario contar para bien o para mal. Su primer período en el manejo de las cosas del Estado estuvo lleno de satisfacciones porque se sintonizó con el pueblo colombiano y realizó lo que éste, aunque no hubiera tenido las oportunidades de manifestarlo, tenía en la mente colectiva.
No se le pueden achacar desatinos irremediables por lo cual cuando propuso su reelección no hubo manifestaciones en contra sino más indiferencia; así se podría disponer con un buen presidente probado ya en cuatro años. En este caso es en el cual se hace cierto el dicho que expresa que “nunca segundas partes fueron buenas”.
Es posible que si el período presidencial hubiera sido de ocho años y así hubiera sido electo, ese pensamiento popular no hubiera tenido aplicación. Pero en este caso se trató repetir y así como estaban de engolosinados él y sus amigos, en plena actividad del segundo período se propuso la reelección indefinida. Ahí fue donde se perdió la sintonía; seguramente obnubilados por el respaldo popular que los políticos saben es difícil de interpretar. La gente estuvo muy satisfecha con los resultados del primer período pero la prórroga indefinida no fue de su gusto.
Pero como todas las modificaciones a la Constitución deben pasar a la aprobación o revisión de la Corte para salvaguardar su integridad, este organismo tan discutido en cuanto a sus tareas sobre las cuales dicen los que saben que se ha extralimitado en sus funciones y ha pretendido a través de sus opiniones y fallos gobernar, consideró que la reforma no cumplía, por lo cual fue negada. Interpretó así la voluntad generalizada no en su contra sino sobre la reelección. Hasta ahí no más llegaron los deseos de Uribe o los de sus amigos; cumplido su segundo período fue dado de baja como presidente. Pero no se contentó con eso sino que su talante pendenciero lo llevó a la oposición implacable en contra de su sucesor Juan Manuel Santos y a ser senador desde cuyas opiniones no dejan de ser puntos de referencia.
El proceso de elección de Duque fue una batalla exitosa; no andan muy equivocados quienes piensan que Duque es lo que suele llamarse “ahijado” de Uribe, quien es todo un líder, controvertido como el que más, pero indiscutible. Nos falta conocer su reacción en el hipotético caso que Duque continúe atendiendo su propio talante sin consultar con nadie diferente a los componentes de las fuerzas vivas de la nación. La reforma tributaria en discusión, que tiene que ver con la modificación del IVA; el partido de gobierno, Polo Democrático, ha manifestado sus opiniones negativas sobre al aumento del 0% al 18% para los bienes de consumo de las clases menos favorecidas. Pero en política lo único cierto es lo que ya pasó.