“Anunciada ayer como conquista, la paz hoy aparece más esquiva”
Los escenarios del mentado posconflicto se han convertido en verdadero calvario para los colombianos. Por obra de las improvisaciones del Gobierno, que emulan en sus perniciosos efectos con las concesiones dispensadas a la Farc en el acuerdo final, la implementación del mismo cobra efectos devastadores sobre la capacidad del Ejecutivo de cumplir sus compromisos y revela la disposición de la Farc y de las fuerzas y movimientos políticos que le son afines de incumplir los suyos para profundizar el desbarajuste general del país. La paz, ayer anunciada como conquista, hoy aparece más esquiva.
La desmovilización parcial de los efectivos guerrilleros se ve empañada por las numerosas deserciones de quienes hoy engruesan las filas de nuevas organizaciones armadas ilegales. Calificarlas de disidencias o tratar de minimizarlas con el apelativo de fuerzas residuales, no esconde el paulatino fortalecimiento de estas agrupaciones criminales. La conformación de una justicia especial que consagra impunidad para unos y sometimiento a venganza para otros, la aprobación, bajo amenaza a los congresistas de pérdida de gajes contractuales o burocráticos, de una normatividad que viola la Constitución y petrifica por 12 años sus nuevas disposiciones, que afecta la propiedad privada, ataca la separación de poderes, debilita a los partidos políticos y entroniza la despenalización de conductas delincuenciales en la protesta social, entre otras materias, completan el marco inicial del proceso de descomposición y desarticulación del estado y el posible germen de nuevas violencias.
El lamentable suceso que produjo ocho muertos y un alto número de heridos graves en Tumaco puede constituir la primera manifestación de un proceso de impredecibles resultados. Es el aviso inicial del fracaso del modelo de paz territorial, impracticable por la incapacidad del Gobierno de hacer presencia en el territorio y por la clara voluntad de la Farc de valerse de ello para ejercer su poderío sobre las regiones inundadas de matas de coca. Allí colisionan los intereses de comunidades étnicas y campesinas por un lado, de narcotraficantes, bacrim y ELN por el otro, y del Gobierno que pretende, simultáneamente y bajo apremio del gobierno de los Estados Unidos, adelantar procesos de sustitución y erradicación de coca, con los del partido Farc que procura el dominio del territorio y la conservación de su lucrativo negocio.
Se percibe hoy en Colombia un profundo escepticismo sobre los efectos del posconflicto al que muy pocos le conceden capacidad de restablecer un marco propicio para la paz y la reconciliación que los colombianos anhelamos para tener confianza en el futuro. Esa será tarea del próximo gobernante, que lo logrará en la medida en que convoque un gran consenso nacional para sellar y legitimar una paz que garantice un mejor destino para Colombia.