Si queremos dejar de rodar montaña abajo sin un palo que nos tranque hablemos del virus que nos está liquidando como nación -y no estoy hablando del coronavirus- como los trabajadores recibiendo ingresos de hambre; nuestros profesionales viviendo cómodamente en otros países; un gobierno del que poco bueno podemos hablar, por no decir lo menos; la corrupción y la injusticia; la educación que está deshumanizando a la juventud, sin contemplaciones; políticos que se enriquecen de la noche a la mañana, que poco o nada han hecho por sacar a nuestro querido Colombia del hueco en que nos hundimos, cada día más.
Yo daría cualquier cosa, lo que fuera necesario, para estar equivocado con esta caricatura que estoy dibujando, pero, lo triste del este grito de dolor, premonitorio, es que la solución está en nuestras manos y no la queremos ver: educar, formar, a la juventud y la niñez, de manera que sepan, entiendan, vivan, según el potencial espiritual individual, como personas humanas: con CRITERIO, según lo que somos “un espíritu en el tiempo”: buscando la auténtica VERDAD, LIBERTAD y AMOR (la caridad) y la razón de los valores humanos fundamentales: la PRUDENCIA, la JUSTICIA, la FORTALEZA y la TEMPLANZA… Estas deben ser la columna vertebral del ser vivir humano y la razón de ser del educador. Lo demás sale por añadidura. Este es el reto, impostergable, para los educadores, las familias, los políticos, los medios de comunicación, que debemos dejar a para nuestros hijos, nietos y nuestro País, en el que la tranquilidad, la estabilidad, y la prosperidad son el bien común para cada: colombianos, residentes y visitantes.
Gústenos o no nos guste, lo que nos falta es formar a la juventud y la niñez con una educación integral como es debido, que prepare a la juventud y la niñez como seres humanos con un cuerpo sano y un alma eterna, con imaginación, criterio: espíritu solidario. Que entiendan el significado de la conciencia personal, de luchar por la dignidad de la persona humana: la búsqueda de la realidad interior de cada persona. En resumen, que se entienda la razón de la metafísica, sin la cual las persona no pode ser realmente libre. Por esto es imprescindible entender la verdad: los conceptos, lo abstracto, lo concreto, lo singular, lo universal, el amor. Y esta es la dimensión que nos hace humanos: la abstracción. Es despojarnos de nuestra masterización de manera que nuestra inteligibilidad es la capacidad de captar la “forma” (una nube) inteligible: la desmaterialización del objeto conocido. Esto es la separación (abstracción) de la forma inteligible que actualiza a la materia. Esta es la desmaterializar de lo conocido (la idea).
¿Cómo olvidar que el objeto del conocimiento humano es compartir un elemento universal, inteligible, originado en lo conocido –inicialmente– materialmente? Así, la operación propia del intelecto (nube) consiste en disociar estos elementos, a fin de suministrar al intelecto inteligible lo universal, que se encuentra implicado (escondido) en lo sensible: esta es la atracción (la idea), obra del intelecto humano y así, la razón ejerce su función propiamente discursiva en el juicio.
Fuente: José Antonio Sayés