S.S Francisco estará entre nosotros a partir de mañana. Celebrará Eucaristías en Bogotá, Villavicencio, Medellín y Cartagena, cuatro de las ciudades más emblemáticas dentro del simbolismo del catolicismo.
La una es capital de la República, centro de todos los poderes del país y de todos los males que el centralismo ha encarnado en estos 132 años que han transcurrido desde cuando Núñez encaramado en la montaña de cadáveres del radicalismo liberal proclamó la muerte de la Constitución de 1863. La capital del llano colombiano encarna el sufrimiento y la esperanza de esta Colombia martirizada por la violencia; Medellín y Cartagena en cambio son todo ese camandulerismo que a través de los siglos ha usado el mensaje de Jesucristo a su acomodo. Les ha servido para justificar el esclavismo y el narcotráfico, para entronizar una “virgen de los sicarios” o para tener los más lindos templos del país llenos de mercaderes, de esos que Jesús expulsó a latigazos.
La visita de Su Santidad debería servir para que nos preguntemos por qué un país de mayoría católica, que en gran parte de su historia la tuvo como religión oficial, tiene un comportamiento general tan alejado del mensaje de Cristo.
Los mejores colegios de este país, donde se educaba la elite, eran católicos, e igual lo eran las mejores universidades. Todos hemos sido consagrados a cada uno de los sacramentos de la Iglesia, desde el bautismo hasta la Unción de los enfermos (Santos Óleos) y la mayoría se precia de ir a misa, de comulgar y se reconoce públicamente católica. Esa misma elite así educada es la que no ha tenido ningún problema de conciencia para involucrarnos en guerras fratricidas o para simplemente robarse el presupuesto nacional. Entendieron tan equivocadamente el mensaje de Cristo acerca de que la mano derecha no sepa lo que hace la izquierda, que al tiempo que recogían una para persignarse, estiraban la otra para robarse los dineros públicos.
Ejercen una religiosidad vacía de contenido y absolutamente inconsecuente. Ahí ven a cada corrupto abrumado por las pruebas de sus delitos, citando Salmos o pasajes Bíblicos para excusar su comportamiento. Chulavitas que mataban en nombre de “Cristo Rey”, sicarios del narcotráfico humedeciendo sus balas en agua bendita o un grupo guerrillero fundado por sacerdotes asesinando obispos son apenas tres ejemplos de la manipulación enfermiza que hacen de la religión.
Titánica tarea tiene Su Santidad en su esperanzadora visita apostólica: convencer a su feligresía de volver a los orígenes del Evangelio. Amar al prójimo como a ti mismo, significa no matarlo ni secuestrarlo con el pretexto de hacer una sociedad mejor, ni desaparecerlo ni torturarlo por defender una sociedad mejor. El amor al prójimo incluye a los diferentes. Si aceptan que todos somos hechos a imagen y semejanza del Dios en el que creen, entonces deberían ser capaces de entender que toda forma de discriminación ofende a Dios. La de la mujer, sobre todo, por Madre de Jesús. Pero, como dice Francisco, también la de los gais, lesbianas y todas las interminables siglas que componen la Comunidad.
Crean, pero tengan la decencia de practicar todo aquello en lo que creen.
@Quinternatte