Ana tiene 17 años. Su cuerpo desmembrado y quemado ha aparecido en un descampado cerca a la Iglesia donde asiste su familia, especialmente su madre y su autoritaria hermana mayor que afrontan la fe como el único camino posible en su vida.
Han pasado 30 años desde ese atroz episodio. En tres décadas no se ha aclarado nada. No hay culpables, no hay verdad. El silencio y el dolor han fracturado a la familia. Solo permanece incólume la fe de madre e hija. La otra hermana, la del medio, se ha declarado atea y ha puesto un océano de por medio.
Este es, sin spoilers muy evidentes, el argumento de Catedrales, la más reciente novela de la gran escritora argentina Claudia Piñeiro, autora de muchas novelas premiadas y reconocidas, como Betibu, apasionante novela policiaca, y Las Maldiciones, buena novela política.
Catedrales es una novela que reivindica el derecho a saber la verdad y reconoce que sin verdad no hay sanación, ni perdón, ni vuelta a empezar. Casi siempre la verdad hiere, pero, como dice la novela, “la verdad que se nos niega duele hasta el último día”.
El relato es profundamente femenino. Una hermana mayor, Carmen, firme en sus convicciones, suave con los extraños, acerada con los cercanos; Lía, la hermana del medio, la que no se resigna, la rebelde, la atea; Ana, la belleza, la dulzura, el misterio, el dolor, la soledad.
En Catedrales, Piñeiro, feminista militante, pone en evidencia con crudeza el drama de las mujeres expuestas a tomar decisiones que las ponen en riesgo para mantener las formas, para protegerse del juicio de los demás, para ser lo que los demás esperan de ellas. Es claro que en la historia Ana es una víctima, pero no es la única. Su drama deja al descubierto la violencia que se esconde en el fanatismo, la manera de enmascarar las responsabilidades penales con penitencias religiosas y la doble moral de una sociedad dispuesta a todo para que los demás no conozcan su verdadero rostro.
La novela pone en el camino de la verdad a un padre y un sobrino que representan el renacer de la conciencia de la igualdad entre hombres y mujeres. Un padre atormentado porque no pudo ser el apoyo que su hija necesitaba, un sobrino que no quiere ponerse la máscara de la fe que tapia las culpas.
Catedrales es una buena novela, bien escrita, con una historia potente que permite reflexiones que van mas allá de un misterio sin resolver. Como siempre, el lector elige si solo quiere quedarse con la historia que está escrita que es apasionante, por supuesto, o si le permite a su conciencia avanzar un poco más, reflexionar, tomar partido, cambiar un poco. Yo me quedo con ese segundo camino. Creo que en esa decisión está la mayor fuerza de la literatura.