Dominique Môisi decía que “entre la Revolución Rusa de 1917 y la caída del Muro de Berlín en 1989, las ideologías reemplazaron las pasiones nacionales. Incluso sería posible hablar del siglo XX como la era de las ideologías.” Ello quiere decir que el motor de la historia del siglo anterior fue el conflicto ideológico entre los países del Este -la antigua URSS- y Occidente. Pero el colapso del primer bloque no marcó el fin de la historia -como creía Fukuyama- proclamando el triunfo de la democracia liberal, que hoy está en crisis, porque ya no garantiza el progreso económico y el suficiente respeto a los derechos humanos.
La incertidumbre en el presente y el futuro ha reemplazado las ideologías por el mundo de las emociones, según Môisi, que pueden ser religiosas, nacionales, ideológicas o personales como el miedo. Este autor dedica el libro La geopolítica de las emociones a tres de ellas que considera básicas: el miedo, la esperanza y la humillación que están ligadas a la noción de confianza. El miedo es la ausencia de confianza. La esperanza es una expresión de confianza. Y la humillación es la confianza herida de aquellos que han perdido la confianza en el mañana.
La anterior descripción es lo que lamentablemente está ocurriendo en países como Francia, Inglaterra y Estados Unidos, entre otros. Es la consecuencia de lo que pueden generar los actos de terrorismo.
Entre nosotros, el atentado terrorista perpetrado el pasado sábado en un baño de mujeres del Centro Comercial Andino, que le costó la vida a tres mujeres inocentes y dejó un saldo de 9 heridos no sólo tuvo un carácter cobarde, sino que está minando la confianza pública en la política de seguridad y en los resultados del proceso de paz, en particular del que se adelanta con el ELN, si se llegare a comprobar que los responsables del aleve atentado son disidentes de esa organización armada ilegal, como ocurrió recientemente con los actos de violencia contra unas EPS y la activación de un artefacto explosivo en los alrededores de la Plaza de Toros.
El Acuerdo de Paz con las Farc implica desactivar el aparato militar de una estructura armada con la entrega de las armas, pero no significa la paz de Colombia, como de pronto podrían estarlo entendiendo en el exterior. Quedan otros grupos armados ilegales con capacidad de generar violencia apelando al terrorismo que incluye las bandas criminales dedicadas al negocio sucio del narcotráfico, a los disidentes de las Farc, a los disidentes del ELN y al ELN mismo; también al último reducto que queda del antiguo EPL.
El mensaje de tranquilidad que tratan de enviar las autoridades invitando a la ciudadanía a que hagamos una vida normal acudiendo a los centros comerciales y demás escenarios de esparcimiento, no creemos que sea muy acatado sino hasta que se supere esta coyuntura. Vale decir, hasta que se identifique a los autores, se les capture y se desarticule la estructura de las bandas responsables de estos hechos dolorosos que enlutan a Colombia.