La ingeniería colombiana ha estado presente desde la independencia en todas las actividades de la nación. No solamente se ha contentado con su activa participación en diseño y construcción de todas las obras de infraestructura que se han adelantado en el país y que son motivo de satisfacción y orgullo nacionales. Los ferrocarriles nacionales, aunque ahora abandonados fueron y siguen siendo ejemplo, como muestra de lo que ha hecho posible la inventiva, laboriosidad e ingenio de la ingeniería colombiana. No hay que perder de vista que ese medio de transporte comenzó en el siglo diez y ocho como uno de los primeros en América.
Las vías fluviales así como las marítimas han sido objeto de la laboriosidad de la ingeniería colombiana. Los puertos de Buenaventura, Cartagena, Barranquilla (puerto marítimo y fluvial) y Santa Marta construidos en condiciones bastante difíciles, pues no se disponía de los métodos y procedimientos de construcción como los de ahora; ahí están obviamente mejorados y ampliados contribuyendo al desarrollo nacional. Los puertos a lo largo del río Magdalena son también monumentos a la inventiva y capacidad y al ingenio de los ingenieros colombianos. Es una lástima que la capacidad de esta arteria fluvial a lo largo de la cual se puede realizar un transporte económico y desde luego especializado se haya dejado de lado; no se le debe dar la espalda.
La red de carreteras no ha sido ajena al aporte de la ingeniería colombiana. La red básica en condiciones topográficas que lejos de ser un impedimento ha sido gran desafío para los ingenieros colombianos. La topografía que nos tocó en suerte ha sido domesticada para crear una red vial que nunca dejará de ser lo que el talento humano desearía dados tantos adelantos tecnológicos que generan nuevos y vistosos desarrollos a los cuales la ingeniería colombiana siempre ha estado atenta.
Sería largo y tedioso para los lectores hablar de la industria, la adecuación de tierras, las obras para los desarrollos de energía, las centrales hidroeléctricas y termoeléctricas, trabajos urbanos como alcantarillados, vías urbanas. En fin, obras para el bienestar y confort de los habitantes del país.
Al lado de las obras de infraestructura que han realizado con lujo de eficiencia y dedicación, no dejan de aparecer obras que no son precisamente motivo de orgullo y satisfacción, pero sí que sirven como demostración para quienes se complacen en señalar los errores y equivocaciones y de las cuales los ingenieros hacemos lo que se llama el “mea culpa”. En los últimos años debemos registrar el desastre de un edificio en Medellín, la caída del puente en la carretera a Villavicencio, la caída del puente en el complejo militar del norte de la ciudad y la falla de la hidroeléctrica de Hidroituango y el túnel de La Línea. Estos desastres no pueden ser calificados como de la ingeniería sino como errores propios de cualquier actividad en la cual el ser humano tiene participación; lo deseable es que no vuelven a ocurrir.