El año pasado, Pacho, el hermano de todos los Santos, suscitó un episodio que estuvo a punto de derrotarlo. Las críticas que le hicieron no tuvieron ninguna consideración acerca de las razones que lo asistían en su conducta. Sus episodios del pasado no se estimaron sino que, por el contrario, solo sirvieron para aumentar las descalificaciones que de él se hicieron sin contemplaciones. Sin embargo, continúa en su notable ejercicio, muy a pesar de la descalificación que ha tenido a raíz del incidente y divulgado por todos los medios de comunicación. Ni renunció ni lo destituyeron.
Claro que debe aclararse que el párrafo que antecede se refiere es al Embajador de Colombia ante los EE.UU., Francisco Santos, que se expresó, con alguna razón, acerca de la conducta del señor Trump, opinión que hoy se viene confirmando a consecuencia del suceso ocurrido en Irán e Irak: el asesinato del general Qasem Soleimani.
Pero, asimilando ideas, hay que referir el evento padecido por Jorge Mario Bergoglio, alias Francisco, Sumo Pontífice de la Iglesia Católica, natural de Buenos Aires, Argentina, por liberarse del abuso de, supuestamente, una admiradora suya que arbitraria y violentamente lo amarró a sus manos groseramente. Los profesionales censores se vinieron lanza en ristre denunciando la obvia reacción del Papa ¡dizque por ser contraria a sus doctrinas!
Apelando a la historia de Cristo, a la cual aluden los “jueces” de este episodio de Francisco, no debe olvidarse la justa reacción que este inmortal maestro de la Soberanía del Amor tuvo cuando en el Templo encontró a los dictadores comerciantes utilizando este escenario para capitalizar sus intereses; sujetos que han trastornado la historia y que con sobrada razón el Nazareno los expulsó del lugar de Israel castigándolos con un látigo, tal como lo relata el evangelista don Juan.
Los seres humanos tienen derecho a restringir los abusos del prójimo, es una expresión del sentido común de la justicia y no restringir las actitudes arbitrarias es un error que las amplía, tal cual ocurre con la complicidad de las “autoridades” en el mundo. La filosofía popular así lo enseña: “El mal ejemplo cunde”.
Algunos especuladores se han valido del acontecimiento comentado para revivir predicciones y anunciar un caos religioso. La cosa no puede sostenerse con esas mitologías, vaticinios, lo razonable y creíble es que siguiendo la teoría cíclica el planeta está próximo a un desbarajuste en muchos sentidos, y las actuaciones de muchos “ilustres” protagonistas están apurando tremendos dramas: “Sodoma y Gomorra” y para el ejemplo un botón: la operación del señor Trump que hace destrozos del orden público internacional para promover su reelección. Lo mismo sucede con quienes han decidido atacar las prédicas del otro Santos, quien hizo lo posible por darle la paz a este pueblo sacrificado hace doscientos años, pero eso no les interesa; como no merecen aplausos a algunos la prédicas del Soberano Francisco, el aficionado al tango en su condición humana, que promueve el amor al prójimo.