La colonización pendiente | El Nuevo Siglo
Domingo, 4 de Noviembre de 2018

La colonización Antioqueña, fundadora de innumerables pueblos en Caldas, Quindio, Risaralda, Norte del Valle y del Tolima, fue muy exitosa gracias al conocido empuje de esa raza, que supo avanzar en una geografía de montañas agrestes, venciendo toda dificultad con un mínimo de herramientas, sin más transporte que el de la mula, y sin más mano de obra que los de su prole. Épicas son las historias de su triunfo sobre las adversidades, las inclemencias del clima, las enfermedades y las plagas.

La pregunta que surge es ... ¿Por qué si se pudo llevar a cabo dicha colonización, y por qué hoy, más de cien años después, con toda la tecnología, medios de transporte y conocimientos, no se ha podido materializar la colonización de esas grandes extensiones de tierra que los colombianos llamamos casi con frustración, Territorios Nacionales?.

Seguramente muchas razones habrá desde el punto de vista histórico de nuestro conflicto, y desde los aspectos sociológico, económico, cultural, etc.
La gesta paisa puede darnos algunas luces. Las tierras en primer lugar fueron mucho más fértiles. La salubridad y el clima de las montañas menos propicias a los mosquitos y enfermedades.
Pero quizás hubo un factor primordial, y es que a medida que ésta avanzaba, iba dejando en la retaguardia un buen número de pueblos a los cuales pudieron acudir para proveerse de alimentos y herramientas, para comprar medicinas, así como comercializar sus productos.
En contraste, los precarios esfuerzos hechos por algunos gobiernos de repartir tierra baldía en dichos Territorios han fracasado de manera estruendosa, al punto que más del 70% de esos adjudicatarios han vendido ya sus tierras.
Y es que no pudo haber resultado de otra forma. Enviar a regiones apartadas de toda civilización a campesinos pobres para vivir en condiciones infrahumanas, en tierras que requieren de grandes inversiones para ser productivas, sin ninguna asistencia técnica y económica, resulta casi que criminal.
El solo imaginar que para poder vender los pocos excedentes que hubieran podido producir, o abastecerse  de alimentos y medicinas, debían viajar dos o tres días a caballo hasta el pueblo más cercano, seguramente destruye el sueño de ser propietario de tierra alguna.
Bastante se ha dicho que Colombia debe ser uno de los países que puede convertirse en una gran despensa alimentaria del mundo, y para ello se ha mirado por fin hacia los Territorios Nacionales. De hecho, ya se han realizado desde el sector privado proyectos agropecuarios muy exitosos como el de la Fazenda, el cual ha logrado transformar suelos muy pobres en áreas muy productivas. También desde el Congreso se expidió la Ley Zidres para que en lugar de transferir la propiedad de la tierra baldía se pueda entregar en concesión por un período determinado de tiempo, al cabo del cual debe regresar con sus mejoras a la Nación.
Infortunadamente nada se ha hecho con esta Ley Zidres. De eso nos ocuparemos en otro artículo, pero por lo pronto digamos que se está perdiendo la oportunidad de convertir al país en ese gran dispensador alimentario.
Mientras tanto podríamos avanzar, si entendiéramos que cualquier actividad que  se quiera emprender debe contar con el apoyo del Estado. En buena hora el Gobierno Duque ha anunciado exención de impuestos, hasta por diez años, a los nuevos proyectos agropecuarios. Ese es un buen comienzo. Pero la mayor ayuda que debe hacerse en dichos Territorios para lograr su transformación, es el de llevar por fin la generación energética.
Hoy solamente el 6% de la población que vive en las Zonas No Interconectadas ZNI, tienen energía. El resto solo goza de 6-8-10 horas al día. Hay 460.000 familias que no tienen luz.
Bien podría dotarse de granjas solares o construir pequeñas centrales hidroeléctricas para mejorar sus condiciones de vida y poder soportar sus proyectos productivos.
Ojalá se asignen al IPSE los recursos para cumplir con el objetivo No. 7 del ODS - de la ONU, y con los compromisos adquiridos en la Habana .No es de extrañar a nadie que sea precisamente en dichas zonas donde más se ha vivido el conflicto bélico.
Esta es la gran oportunidad de empezar a cerrar la brecha entre ciudad y campo y de paso comenzar a realizar la colonización pendiente.