La neutralidad
A raíz de lo que esta pasando en Venezuela y en Ucrania (y que sirve de advertencia para lo que podría suceder en otros lugares) hasta qué punto la indiferencia y la neutralidad de los gobiernos y de todos debe ser la regla y la mejor decisión.
No solo en Venezuela y en Ucrania se está utilizando una fórmula muy antigua. Dividir en dos sectores ideológicos. Los que siguen la idea del gobernante y los que no. Los que no la siguen están en contra del gobernante. ¿Debe ser así? Eso no ha funcionado. Se parece mas a un autoritarismo. Quien gobierna bajo esa lógica gobierna para unos pocos no para todos como debería ser según los postulados de la ya desgastada palabra democracia.
No creo que exista un solo gobernante en el mundo que no haya repasado la gran obra de Nicolás de Maquiavelo El Príncipe. Criticada y todo lo que puedan decir pero este gran lagarto escribió ahí conceptos magistrales aplicables plenamente a los gobernantes de hoy día. Detengámonos en uno de esos capítulos: “Cómo debe comportarse un príncipe para ganar renombre”. Poniendo como ejemplo a Fernando de Aragón recomienda al gobernante dar buen ejemplo. Ascender por medio de la fama y mediante actos extraordinarios. Ganarse la reputación de un hombre grande y notable. Y, sobre todo sugiere a todo gobernante no ser neutral y no ser un indeciso. Asegura que el respeto se adquiere si se es un auténtico amigo o un enemigo declarado. “…Es decir, cuando sin reserva alguna se declara a favor de una parte o en contra de otra. Este camino siempre será más ventajoso que permanecer neutral…”. Hay muchos ejemplos que han demostrado que el respeto se adquiere así.
Es lógico. El riesgo de no tomar partido es ser irrespetado (ya lo hemos visto). Y, no hacerse respetar desde el comienzo genera el peligro de caer presa tarde o temprano en manos de aquel por quien no mostró oportunamente una posición clara y directa.
Tratar de quedar bien con todos los sectores algunos lo llaman democracia. Otros mayoritarismo. Y, otros lo llaman diplomacia. Yo lo llamo falta de carácter.
El pueblo siempre tendrá opiniones contradictorias por lo tanto será imposible llegar a un consenso general y darle gusto a todos. Más allá de lo popular o impopular se necesita es que quien gobierne tenga carácter y lo demuestre.
@ReyesJuanfelipe