La polarización del ingreso
Los salarios de los segmentos medio y alto de ejecutivos y gerentes de empresas en Colombia, cuyos rangos muestra un informe reciente de La República, deja clara una realidad silenciosa entre nosotros: la polarización radical del ingreso, que es un fenómeno también global.
Veamos algunos datos. Para un ínfimo 10 por ciento de los asalariados en el Reino Unido las remuneraciones aumentaron 400 por ciento entre 1978 y 2008 pero para el 10 por ciento del rango más bajo el incremento fue menor al 30 por ciento. En EE.UU. las cifras son aún más escandalosas. Japón, China, Brasil e India revelan también situaciones de disparidades agudas.
Se trataría del regreso a una sociedad feudal en la cual una porción irrisoria disfruta de los beneficios del crecimiento. Un estudio de PriceWaterhouseCoopers suena la alarma para América Latina donde los sueldos de 100 CEO crecieron un 38 por ciento en 2010 mientras el grupo de los peor remunerados percibió un aumento del 19 por ciento entre 1978 y 2008, aunque el Producto Interno Bruto se dobló en el mismo período.
Así, las retribuciones y premios disfrutados por la elite corporativa son diametralmente opuestos a los pagos congruos, de castigo literal, que reciben los del piso de abajo. Una dinámica perversa parece haberse establecido, reconocida por nadie menos que PriceWaterhouseCoopers, uno de los canales de movimiento de este capital humano inflado en su valor: la globalización y las tecnologías de conectividad inmediata han creado un mercado único altamente especializado en habilidades que se mueve de un lugar a otro del mundo sin problema alguno.
El CEO o COO de una manufacturera brasileña es reclutado en un abrir y cerrar de ojos por una compañía alemana. Esto ocurre en Colombia con centenares de gerentes, supervisores, directores de logística y otros provenientes de muchos países que hacen parte de esta elite global constituida en cartel laboral que impone salarios y beneficios estrambóticos. Muchas juntas directivas de empresas grandes y medias lo saben en Colombia: es con expectante temor que se inicia un reclutamiento de cara a exigencias que traspasan índices de crecimiento interno y productividad.
Larry Summers, exsecretario del Tesoro de EE.UU., ha dicho que el boom económico que finalizó en 2008 fue diferente a otros en muchos aspectos: históricamente los empleados de las escalas media y baja en este país habían recibido cerca del 75 por ciento de los ingresos pero a partir de 2001 esta proporción ha descendido a un 25 por ciento. Esto entraña una disparidad social grave entre capital y trabajo.
El sector corporativo ha prosperado gracias tecnologías eficientes y trabajo tercerizado -no siempre de la mejor calidad-, pero la prosperidad para la familia y el ciudadano ordinario se convirtió globalmente en una ilusión fundada en endeudamiento sistemático.
Un sindicalismo debilitado y movilidad social declinante, como aditamentos, vienen creando el espectro de la distopia (españolización del inglés dystopia, sociedad contraria a la utopía) que impone un futuro de miedo y pesimismo. Que es el detonante de los paros y protestas en Colombia y el resto del mundo. Es necesario introducir en el debate político nuestro la polarización aberrante del ingreso y generar ya las estadísticas pertinentes. Elites corporativas migrantes, con gran frecuencia carentes de adhesión a las compañías que sirven y listas a entregarse a otra por una remuneración más extravagante aún, generan hoy distorsiones en el escenario salarial, en la relación saludable entre capital y trabajo y sirven de dispositivo a la explosión social.