Juan Daniel Jaramillo Ortiz | El Nuevo Siglo
Lunes, 8 de Febrero de 2016

La dignidad de la mujer

 

 

 

EL RECTOR QUE AGREDE

 

 

 

La silla venerable de Hinestrosa quedó grande

 

 

 

 

 

La conducta agresiva y descontrolada de Juan Carlos Henao, rector de la Universidad Externado de Colombia, en una reunión el pasado miércoles en la sede del Instituto de Ciencia Política, lanza otra inquietud más acerca del espíritu democrático [y la decencia] de quienes gestionan los acuerdos de paz en nombre del gobierno con las Farc.

 

Henao insultó públicamente a una mujer colombiana. En este caso, se trató de Diana Sofía Giraldo, presidente de la Fundación Víctimas Visibles, periodista galardonada e historiadora sólida como lo demuestra su reciente compilación de escritos personales del ex presidente Alfonso López Michelsen. También académica crítica, profesora de larga travesía y decana de dos de las facultades de comunicación más prestigiosas del país.

 

Así transcurrió el incidente, que me confió uno de los asistentes al evento [no mi amiga y antigua colega  en labores de dirección académica]:

 

El rector Henao había asegurado que no era cierto, refiriéndose al acuerdo de justicia, que “una vez construida la escuelita o el templo”, antes de ser cumplidos los años de sanción impuesta [a guerrilleros sentenciados], pudiera afirmarse: “pagué y me fui”. Dijo Henao: “Quedó en el articulado final sobre sanciones que, de todas maneras, termine la iglesia de Bojayá [ejemplo] a los 2 años o seis meses usted se tiene que quedar mínimo entre 5 y 8 años que es lo que va a fijar el tribunal”.

 

Diana Sofía lo interpeló cordialmente, en tono bajo: “Perdón!...¿qué número tiene el punto al cual usted se refiere?  porque no lo encontramos en la lectura del acuerdo…nadie lo ha encontrado”. El sucesor del maestro de maestros Fernando Hinestrosa le respondió:

“Lea bien. Tiene que irse al colegio, a la primaria, para que lea bien”.

 

Algunos de los asistentes al evento quedaron estupefactos. Ya había respondido en forma ligera, deshilvanada y displicente a argumentados cuestionamientos que le hizo el ex ministro de Justicia Jaime Castro. Diana Sofía se limitó a exclamar con elegancia: “estas son las actitudes de desdén de este gobierno hacia quienes disienten”.

 

 Quien no ha leído el texto del cual se ufana de ser progenitor –creo que así fue bautizado  con precipitud en entrevista a “El Tiempo”- es Henao, experto en derecho administrativo, no en penal internacional. José Miguel Vivanco, el ex presidente Uribe, Rafael Nieto Navia, la senadora Sofía Gaviria, el procurador Ordoñez, mi profesor Ramiro Bejarano, el ex candidato Óscar Iván Zuluaga, el autor de esta columna, estamos entre quienes hemos analizado bien el articulado que permite rebajar ínfimamente la pena si se contribuye a la construcción de obras dedicadas al servicio público.

 

Esta válvula tramposa viola los parámetros penales internacionales y la jurisprudencia global existente en la materia, deja la mecha lista para la inflamación futura del rencor e impide el necesario blindaje jurídico internacional. Tema que juzga fútil el gramático ex profesor de idiomas que opera en La Habana como negociador de paz.

 

La silla venerable le está quedando grande al sucesor.  Jamás se habría presentado Hinestrosa totalmente alicorado  –yo mismo vi a Henao con estupor- a reunión en que un grupo de amigos celebramos hace dos meses la elección de Alejandro Linares como nuevo magistrado. Y habría condenado el hecho de que profesores preferidos suyos hubieran colocado avisos delincuenciales en Internet afectando la reputación limpia de otro profesor brillante de la institución y de quien esto escribe. Por el simple hecho de colocar un grano de arena al proceso de paz.

 

Me pregunto hoy con consternación si el desdén, la grosería y la persecución son expresión de la política de paz y obedecen a instrucción superior.

 

Hillary Clinton dijo hace poco que la dignidad no se renueva con la venganza tras la violencia injustificada, como son los insultos.  El pundonor de Diana Sofía, al contrario, está crecido.