De paros y olvidos
Esta semana estuvo marcada por marchas amenazantes de nuevos paros campesinos. El argumento de los marchantes es que el Gobierno no estaría cumpliendo los compromisos adquiridos en agosto del año pasado.
El Gobierno, salvo el Vicepresidente, alega lo contrario: que sí se han cumplido los acuerdos. Y que los que faltan por ejecutar es porque su implementación requiere por su naturaleza de plazos largos.
Ahora bien, en todo este debate es bueno distinguir con rigor lo que son compromisos gubernamentales y lo que son simples aspiraciones de algunos. Por ejemplo, ¿puede catalogarse como incumplimiento del Gobierno el que no se hayan renegociado los TLC, o no se hayan condonado las deudas agropecuarias, simplemente porque en alguna mesa de negociación alguien planteó esas aspiraciones hace seis meses?
Está ya documentado hasta la saciedad que gran parte de los promotores de los paros del segundo semestre del año pasado utilizaron su liderazgo para incursionar en las listas a las corporaciones públicas el 9 de marzo. Fracasaron prácticamente todos. Lo que indica que los auténticos campesinos no comen cuento a quien los utiliza como trampolín para sus aspiraciones políticas. Casi todos los líderes que se quemaron anduvieron en las listas del Polo.
Esta semana salen las cifras definitivas del DANE sobre crecimiento del PIB en 2013. Allí se verá de forma contundente que, contrario a lo que sucedió durante los últimos tres años de la administración Uribe cuando el crecimiento del PIB agropecuario fue sistemáticamente negativo, en los primeros tres años de la administración Santos siempre ha sido positivo.
Esto deberían tenerlo en cuenta los candidatos uribistas, comenzando por Óscar Iván Zuluaga quien -desde el fondo de las encuestas- se desgañita todos los días diciendo que durante este gobierno no ha habido política agropecuaria.
En desafortunada entrevista algún dirigente de gremios tradicionales ha salido a afirmar que la política agropecuaria se está fijando desde La Habana y no desde Bogotá. Esa afirmación ya fue recogida gallardamente, con disculpas y todo. Pero este tipo de disparates queda rondando infortunadamente en la mente de muchos incautos.
En libro de mi autoría con Andrés Bernal de próxima aparición (Paz y Tierra, bases del post conflicto rural en Colombia, editorial Random Mondadori), nos hemos permitido diseccionar pedagógica y claramente el alcance del acuerdo sobre el punto número uno al que se llegó en La Habana sobre el tema de tierras y de desarrollo rural.
Allí queda demostrado fehacientemente que nada de lo que hasta el momento se ha negociado en Cuba sobre el tema rural se ha hecho subrepticiamente, por debajo de la mesa o en secreto. O contrariando la Constitución, la ley, o el Estado de Derecho. Éste, que se ha convertido en un caballito de batalla política que repiten cínicamente por estos días los enemigos ya conocidos de la paz, carece por supuesto de toda veracidad. Y refleja más bien la mendacidad ya conocida de su discurso.
Ojalá el fragor de la campaña política en que estamos inmersos no se lleve de calle la verdad, y la honestidad intelectual, al invitar a los campesinos a nuevos paros. O a desfigurar lo que de manera esmerada y paciente se ha venido negociando en La Habana en búsqueda de la esquiva paz que tanto anhela la inmensa mayoría de colombianos.