JUAN CAMILO RESTREPO | El Nuevo Siglo
Domingo, 9 de Marzo de 2014

Misión Rural

 

En  la semana que termina se instaló la llamada “Misión Rural” que, con la secretaría técnica de Planeación Nacional y la dirección del doctor José Antonio Ocampo, ha recibido el mandato de preparar una visión de mediano y largo plazo sobre el futuro de la ruralidad colombiana.

Ruralidad que no debe entenderse sólo como agricultura. La brecha en los indicadores de calidad de vida que se registra hoy día  en el campo es protuberante frente a las condiciones en  lo urbano. ¿Cómo ir cerrando esa brecha? ¿Cuál es el portafolio de políticas públicas que deben ponerse en marcha durante los próximos años para ir cerrando esa distancia? Tal es, en síntesis, el mandato que ha recibido la “Misión Rural”.

Sus conclusiones -que deben estar saliendo el próximo año- serán de inmensa utilidad para dos propósitos. En primer lugar, para nutrir el Plan cuatrienal de desarrollo del próximo gobierno. Recuérdese que según la Constitución Nacional es allí, en el Plan de Desarrollo (que no es otra cosa que la Carta de navegación para  cada cuatrienio), donde deben aparecer las principales líneas de política y los recursos con que se financiarán  las inversiones prioritarias que el Gobierno realizará durante su mandato. Lo rural, entendido en toda su expresión, debe tener un lugar preeminente en el próximo Plan de Desarrollo.

En segundo término, para entender lo que significa y para prepararnos al posconflicto. Si Colombia encuentra la esquiva paz. Si las negociaciones de La Habana concluyen satisfactoriamente como la inmensa mayoría de los colombianos lo desea, cuando esa paz se firme, las cosas apenas comienzan: no concluyen. Se inicia  la gigantesca tarea de diseñar, financiar y administrar el llamado posconflicto que podrá durar más de una década.

Y en ese posconflicto  el componente rural será gigantesco. Basta leer el punto número uno de la agenda de La Habana -ya acordado- dedicado a los temas de tierras y de desarrollo rural integral, para comprender la magnitud de la tarea que tenemos entre manos. Para darle contenido concreto y tangible a ese posconflicto rural, las conclusiones de esta “Misión Rural” serán de inmenso valor.

Se dirá por los escépticos: ¿para qué otra misión más? ¿Más diagnósticos? La reflexión, cuando es seria, nunca sobra. Es la manera lúcida de escapar del cortoplacismo, de la improvisación. Es el mejor camino para diseñar  políticas públicas, no a golpe de intuiciones epilépticas que a menudo resultan determinadas por las urgencias, sino orientadas por la reflexión madura. Es lo que permite a toda sociedad  establecer dónde están las prioridades y dónde lo importante. Pues a menudo hay  tendencia a confundir equivocadamente   lo urgente con lo importante.

Salidos de los afanes y de las fórmulas de emergencia -muchas de las cuales no fueron afortunadas- que impusieron los paros agrarios que el país experimentó durante el segundo semestre del año pasado, ha llegado la hora de pensar con visión de largo plazo hacia dónde debe ir el desarrollo rural  en las próximas décadas.

Qué debe hacerse para que la brecha, hoy abismal, entre campo y ciudad en vez de seguir creciendo empiece a cerrarse. Y cuál  el tipo de preparativos que debemos ir haciendo para construir un posconflicto rural serio que haga sostenible la paz en Colombia.

La “Misión Rural” que se instaló esta semana es un buen comienzo  para  dar respuesta a estas preguntas fundamentales.