Reflexiones post chuzadas
Una cosa está quedando clara después de que se revelaran los últimos detalles de las chuzadas: que aunque lo de las fachadas para espiar puede ser un recurso lícito de la seguridad nacional, permitido por la ley, en este caso todo apunta a que se hizo mal uso -es decir ilícito- de tal recurso. Y eso es lo grave.
Las informaciones que empiezan a salir a cuentagotas indican que se espió ilegalmente a centenares de periodistas, a agencias de medios, a los mismos negociadores de La Habana, los de las Farc y los del Gobierno, a personalidades políticas.
Se leyeron sus correos electrónicos, se invadió torpemente la intimidad de sus correspondencias escritas o habladas. No se sabe exactamente para qué .Pero todo empieza a apuntar hacia una misma dirección: alguien estaba interesado en descubrir algo que creía secreto o inconfesable en las negociaciones de La Habana.
De ahí el interés por chuzar a diestra y a siniestra. Miles de correos electrónicos.
No se sabe quién es ese alguien. No se sabe todavía quién dio la orden. No se sabe tampoco cuál fue el contenido de las chuzadas, ni a quien se chuzó. Pero que se chuzó a mucha gente, por razones diferentes a las de la seguridad nacional, parece ser ya un hecho incontrovertible.
De ahí la importancia del requerimiento que hizo el presidente Santos: que se supiera, y por lo tanto, que se le revelara a la opinión publica en el término de la distancia quién ordenó las chuzadas, a quiénes se afectó, y cuál fue el contenido de tales incursiones electrónicas.
El Ministro de Defensa, el Fiscal General, y la alta Comandancia del Ejército tienen el deber apremiante de decirle pronto a la opinión pública la última palabra sobre las conclusiones de las investigaciones que se les ordenó hacer.
Si el patrón de chuzadas ilegales se confirma, además de lo grave, comienza a verse clara su motivación. Definitivamente quienes orquestaron este burdo tramado eran o trabajaban para gente empeñada en sabotear el proceso de paz que cursa en La Habana.
¿Por qué? Es evidente que alguien buscaba conseguir a toda costa la prueba o las pruebas reinas (que no se van a conseguir, porque sencillamente no existen) de que en La Habana el Gobierno estaba negociando cosas secretas e inconfesables con la guerrilla, que no se habrían hecho públicas; y que por lo tanto, el divulgarlas, como producto de las chuzadas, iba a hacer volar en mil pedazos el proceso de paz: eso precisamente era lo que querían los instigadores de este burdo entramado.
¿Quién es ese alguien? ¿Quién dio la orden? ¿Cuál el contenido de las chuzadas? ¿Quiénes son las víctimas de esta Gestapo anti paz? Es lo que queda ahora por esclarecer.
Ojalá no se diluyan en el tiempo las respuestas a este lamentable episodio.