LA OTRA CARA
Reto social
DOS semanas después del temblor humanitario provocado por la intervención del Bronx en Bogotá, los efectos generados por la operación, al margen del narcotráfico y el crimen en ese lugar, es ahora advertencia para cerca de una decena de ciudades con los mismos focos.
El fenómeno ratifica que los capos del narcotráfico trabajan de manera simultánea en lo macro, que es la exportación, y al mismo tiempo en el microtráfico, captación inmediata de efectivo.
De tiempo atrás, el comercio legal de distinto orden en Bogotá advirtió, que desde sus locales, observaban contactos y entregas destinadas al abastecimiento de droga a supuestos vendedores ambulantes y menores de edad, en sitios céntricos en distintos días, horas, fines de semana y vísperas de puente feriado.
Esos comerciantes en ferretería y artículos de construcción, entre otros, cambiaron la ubicación de sus negocios, tras ser amenazados por capos de la droga, por negarse a colaborar con la red de microtráfico. La práctica afloró en las vías públicas desde la década de los 90.
Las fundaciones sociales que trabajan por la reintegración de consumidores coinciden en que era una de las razones por las que algunas principales zonas de la capital por momentos se veían ocupadas por alto número por habitantes de la calle.
Cumplían así la misión de entregar droga o recoger dineros para los capos a cambio de pagos, inclusive con la misma mercancía. Los análisis hacen énfasis en el tráfico y consumo en Guajira, y poblaciones adyacentes a zonas boscosas de Cesar y Norte de Santander, frontera con Venezuela.
La erradicación es esperada en Cali, Medellín, Barranquilla, Bucaramanga, Pereira, Buenaventura y Quibdó, donde bien se sabe de estos focos de microtráfico y crimen en colaboración con delincuencia.
Las preocupaciones se centran en Cartagena. El comercio de droga utiliza a jóvenes, hombres y mujeres para ubicarlos en áreas centrales de hoteles, bares y restaurantes frecuentados por turistas nacionales y extranjeros.
Los vendedores son contactados en barrios de bajos recursos. El país y la sociedad cartagenera lo saben, pero no se erradica, por temor al escándalo de los operativos que golpearían turismo internacional y eventos.
Lo destacable es que el Bronx abrió reto social al Gobierno, autoridades regionales y ciudadanía, no solo para demoler zonas de drogadicción, sino para construir sociedad con reintegración y capacitación, como se está intentando hacer en la céntrica calle 26 con carrera Séptima.
Ojalá no sea flor de un día, como muchos ideales colombianos.