No solo llantas
Aumenta cada vez más, la amenaza de incendios de grandes proporciones como consecuencia del desorden, abandono y desidia general en que se sumerge la capital hace más de 15 años. Todo el perímetro urbano es bomba de tiempo hace años, con depósitos, bodegas, garajes, casas, locales y edificios completos, donde almacenan toda clase de desechos de industria, construcción, comercio y basura de todo origen, convertida en materia prima de negocios ilegales, muchas veces, bajo falsos rótulos de reciclaje, chatarrización y artesanía metalúrgica.
Detrás de juntas de Acción Comunal y de pequeñas y medianas asociaciones de industria y comercio, que funcionan en la mayoría de las 20 localidades de la capital, se saben más verdades que en el Gobierno Distrital y el Concejo de la ciudad.
“Guardar chatarra, trastos y otras cositas, también es negocio,” dicen desde el trasfondo de sus locales, supuestos comerciantes, no de Fontibón, punto del incendio de las 600 mil llantas, la semana pasada, sino de decenas de lugares que hacen parte de la cara oculta bogotana. Está en la franja oriental de la ciudad, de sur a norte, en medio de decenas de antiguos barrios bogotanos. Se guarda de todo en bodegas privadas de quienes pagan por ese servicio de depósito. Es ingreso económico para grupos familiares que han encontrado esa modalidad, como sustento para sobrevivir. Lo iniciaron transportadores y receptores de productos de contrabando, para luego colocarlos en el comercio de Bogotá, Cundinamarca y departamentos cercanos. No se descarta que hagan tránsito por esos lugares, droga y armas.
Es una situación expuesta a tragedias, por esos escondederos de toda clase de materias y productos de fácil transporte y ubicación en mercados populares y ventas callejeras, que se tomaron la ciudad. También están líquidos químicos, que por un simple contacto con un fosforo, pueden encender una tragedia. Bajo puentes vehiculares y peatonales se han formado montículos de materiales de construcción abandonados, carretas de indigentes y desechos propios para combustión, además de basura proveniente del comercio.
Profesionales de la química observan que la abundancia de afiches, carteles, pasacalles y señales rayadas con aerosol, si están frescas, sobre puertas, paredes y ventanas, pueden avivar incendios. Ese manchón crecido en la Bogotá de nadie, no tiene quien lo limpie y menos, quien lo prohíban así haya promesas como siempre.
Ojalá la naciente fundación -ProBogotá- de manos particulares, con capacidad, conocimiento y sin resentimientos, sea verdadera tabla de salvación de la capital que le canta en su himno a su cielo y al puro vivir.