Las hogueras
El acuerdo de Catatumbo acumula otra de las experiencias vividas en el país alrededor de las protestas sociales. Esta columna hizo referencia hace pocas semanas, sobre la esencia del problema en esa región de Norte de Santander donde se combinan dificultades de todas las especies. El abandono desde hace 50 años es paralelo con la violencia de las guerrillas, corrupción con las regalías y el oportunismo de quienes comienzan a captar votos a partir de este segundo semestre de año.
Los gobiernos nacionales al paso de los años han dejado su marca. Llegan tarde a las protestas; restablecen el orden, muchas veces con desbordamiento de Fuerza Pública y luego, firman documentos con compromisos que se cumplen a medias y con lentitud. Son razones para que el descontento reviva. Restablecida la calma y entregados algunos beneficios, el seguimiento al compromiso y sus resultados baja de manera gradual en el estamento oficial. Se diluye el interés de alcaldes y gobernadores, concejos y asambleas para evaluar la respuesta, y se pierde conexión con la respectiva autoridad Nacional. Es un ciclo repetido. Hicimos hasta donde pudimos, dicen después exgobernantes seccionales y nacionales.
Entre 15 y 20 millones de personas es el total de los directos afectados por paros y bloqueos, sin contar los indirectos, al interrumpirse transporte de pasajeros, distribución de productos básicos y, además, suspensión de actividades de servicio público.
Ahora se esperan acciones aplicadas con proyecto integral. No basta con abrir instalaciones del Bienestar Familiar, un centro educativo, una estación de Policía y recuperar parcialmente un hospital regional. Será igualmente importante fomentar plataforma productiva con la vocación laboral de las regiones, sin descartar pequeña y mediana industria, con tecnología actual, para elaborar al menos, productos y materias para el consumo de su entorno.
El exceso de publicidad institucional genera rechazo, toda vez que los mensajes van más rápido que las obras. Saturar canales públicos de Televisión, para decir, “estamos haciendo presencia y trabajo para ustedes”, es reiterar lo lógico sin mostrar nada nuevo. Miles de veces se ha propuesto creación del Plan Piloto de Paz. Necesario, pero se requieren 6 u 8 más, en La Guajira, Magdalena Medio, Cauca, Putumayo Guaviare y Costa del Pacífico, una franja de 1.300 Kilómetros de extensión con riqueza de recursos, pero con vergüenza humana.
Las manifestaciones populares son válidas como expresión pública. Se lamenta es el resultado, con destrucción a punta de aerosol en fachadas y sitios públicos. Bogotá es el espejo de ese daño.
El Gobierno puede apagar las hogueras, sin amenazas y sin advertencias de fuerza estatal. Siempre se requiere diálogo en serio y solución de contenido.