JOSÉ MANUEL RESTREPO ABONDANO | El Nuevo Siglo
Jueves, 12 de Septiembre de 2013

Un mensaje contundente

 

A  diferencia de lo que sucedió con George Bush, el presidente Obama no la va a tener fácil para justificar su intervención militar en Siria. Hoy tiene un nuevo enemigo, que es nada más ni nada menos que el Papa Francisco. Este personaje, reconocido por la humildad, por su mensaje claro y directo a la sociedad, por su cercanía a los más necesitados, ha elevado su voz y movido la artillería diplomática para, con razón, oponerse a intervenciones uni o bilaterales en Siria.

Y a medida que pasan los días, las expresiones del Papa Francisco elevan la presión. Inicialmente fue un llamado a la oración por el conflicto en Siria, luego a un ayuno mundial para pedir por la búsqueda de una solución pacífica, posteriormente la expresión de que la guerra es siempre una “derrota de la humanidad” y finalmente la pregunta picante y genérica sobre si las guerras son o no estrategias comerciales para la venta de armas. Esto último sin referirse explícitamente al tema de Siria.

El avance en el mensaje de Francisco deja profundas lecciones de reflexión sobre si es o no conveniente la acción militar de EE.UU. en Siria. Lo primero a decir es que por ningún motivo la no intervención significa aceptar el uso de armas químicas en población civil o militar. La realidad es que las imágenes de youtube, que muy posiblemente son ciertas, sobre la población afectada con armas químicas, son una vergüenza para la humanidad. Es inconcebible que aún haya países, como este, en donde dicho armamento se siga utilizando.  

Lo segundo para comentar, es que aun existiendo lo anterior, es tremendamente peligroso abrir un espacio de guerra en el Medio Oriente, del que podemos conocer su origen, pero difícilmente podemos anticipar los resultados e impactos. Una intervención militar, así como puede enviar una lección el Gobierno sirio, puede igualmente prender una hoguera, difícil de controlar. La humanidad de hoy no puede darse el lujo de incitar una guerra que pudo haberse evitado. Sin duda esta sería una “derrota” a nuestra propia civilización.

Lo tercero, es que derivado de la lección de Irak, y aun de Afganistán, las intervenciones militares de una o un par de naciones, son siempre desequilibrantes, y muchas veces la solución termina siendo peor que la enfermedad.

Finalmente, la experiencia de Irak  en donde la justificación de la intervención terminó siendo falsa o por lo menos dudosa, debería hacernos reflexionar aún más sobre esta actuación, aun en la eventualidad de que en este caso sea cierta. El mundo debiese privilegiar la tarea de organismos como Naciones Unidas en situaciones como estas, incluso si esto significa una etapa de convencimiento y acuerdos más difíciles de lograr.

La civilización de hoy puede perfectamente manejar sus diferencias con mucho más humanidad y diálogo, y con bastante menos dosis de prepotencia. Lo que menos espera este mundo es un nuevo escenario que escale la dosis de violencia. 

jrestrep@gmail.com