JOSÉ MANUEL RESTREPO ABONDANO | El Nuevo Siglo
Jueves, 5 de Septiembre de 2013

Aspiraciones legítimas

 

Como  vimos, el Paro Agrario Nacional que arrancó en los campesinos terminó con la Marcha Patriótica. Esta organización, que seguramente con algunos políticos oportunistas de izquierda, querían multiplicar sus efectos e impacto, terminaron convirtiéndose en los verdugos de su propio invento, e hicieron lo que parecía imposible para el Gobierno: acabar con el Paro Nacional, los albores de la Primavera Colombiana y posiblemente enterrar por un tiempo las aspiraciones de los campesinos. ¡Qué tristeza!

Y digo tristeza, porque las aspiraciones de la mayoría de campesinos son legítimas. Pero en Colombia, todo lo que de protesta social o de política se asocie, huela, tenga visos de Farc o de violencia, vandalismo o terrorismo, es inmediatamente castigado y enterrado. Mientras las expresiones sociales de izquierda no asuman un rol serio y maduro y dejen a un lado la violencia, será imposible que prosperen. Nuestro país no se aguanta nada que se parezca a las Farc, sus ideales o estrategias. Estamos ya cansados de tanta violencia y destrucción, y posiblemente por ello estamos dispuestos a sacrificar mucho para el logro de la paz, quizá más de lo que debiésemos, pero nuestra sociedad no aguanta un minuto más de destrucción organizada.

El resultado no puede ser peor. Se quedan entre el tintero de unos pocos negociadores problemas reales como los temas de la tasa de cambio, los altísimos costos de insumos y fertilizantes, el contrabando desbordado que deteriora la competitividad, las importaciones sin control de muchos productos agrícolas (v.g. el azúcar, leche y arroz), el poco desarrollo en asistencia tecnológica al campo, las altas tasas de interés o incapacidad del sector financiero para permitir la inversión en muchos actores del campo colombiano. En síntesis, muy posiblemente se quedará en el tintero el serio problema de la rentabilidad del agro.

Para no ir muy lejos, en la última encuesta de la SAC, el pesimismo del agro se multiplicó casi que por dos (y esto sucedió antes del paro). Pero esto se ha alimentado de un olvido de la Colombia Urbana a esa Colombia Rural, al punto que la inversión en infraestructura no llega y tanto el gasto como la inversión pública en dicho sector se han reducido casi a la mitad.

Lo más triste es que posiblemente es el agro colombiano el más evidente motor de nuestra economía en los próximos años. El mundo tiene escasez de alimentos y en especial de espacios donde cultivarlos, con acceso al agua y tierra fértil. Pues esta es de sobra nuestra gran ventaja competitiva. Sin embargo, debemos tener igualmente claro que el camino a seguir implica un Gobierno preocupado por generar economías de escala, por promover mecanismos de asociatividad, por traer tecnología y hacer desarrollo productivo, por acompañar a los perdedores en este proceso, por realmente liderar una política agroindustrial, y no seguir teniendo una cartera que es casi la “cenicienta” de los ministerios, olvidada y aún pensando en el modelo agrícola de los cincuentas.

jrestrep@gmail.com