Prioridad para la educación de calidad
Ha hecho carrera en Colombia la tesis según la cual la cobertura del sistema de educación básica y media, así como su calidad, han incrementado significativamente. Esto anterior se respalda en las altas cifras de tasa de cobertura del sistema en nivel nacional, así como en los resultados en las pruebas nacionales e internacionales realizadas a los estudiantes del sistema. Y en realidad tienen razón quienes afirman lo anterior, por cuanto la cobertura del sistema en educación básica bordea el 100% y efectivamente el país ha mejorado en los resultados de las pruebas Pisa y similares.
Sin embargo, un estudio muy interesante que publicaron recientemente las universidades del Rosario, Los Andes y Harvard, hace énfasis en la preocupación de que existe en la educación media y básica un problema muy delicado en las zonas más apartadas del país, donde no puede hablarse ni de calidad, ni de cobertura cercanamente satisfechas. De nuevo el problema que surge son las diferencias regionales alrededor de la educación y la apuesta que necesariamente el país debe hacer en dicha dirección.
Algo similar a esto se discutía en esta columna recientemente cuando se hablaba de la urgencia de una “agenda vertical” en el desarrollo del sector productivo, que tenía como propósito la focalización, territorializacion y regionalización del desarrollo.
Pues bien, a la luz de dicho estudio los estudiantes que vienen de regiones apartadas (zonas rurales), tienen un desempeño significativamente menor comparado con los de zonas urbanas. A lo anterior se suman diferencias significativas en contra de la calidad cuando los estudiantes vienen de colegios oficiales, estudian media jornada o son hijos de familias no educadas previamente.
Pero posiblemente lo más preocupante del estudio son las conclusiones referidas al capital más importante en el mejoramiento de la educación: sus maestros. El estudio concluye que normalmente la profesión de los profesores la suelen tomar como opción de vida los peores estudiantes del sistema de educación media, y dichos egresados de las licenciaturas en educación suelen tener las peores habilidades en materia cognitiva y los más bajos resultados en las pruebas de Estado de la educación superior.
En estas condiciones no parecen muy optimistas las conclusiones y, por el contrario, allí está la primera necesidad de cambio si queremos hablar de calidad en la educación. Dice el dicho que no se “le pueden pedir peras al olmo”. Si los que forman a nuestros jóvenes en los colegios son los peor educados del país se hace indispensable justamente una política en esa dirección, parecida a la que naciones como el Reino Unido han adoptado, para atraer a la educación el mejor talento de la nación. Eso significa incentivos económicos y muy atractivos para retener los mejores egresados para ser maestros.
Si queremos avanzar en calidad y cobertura debemos no solo hacer esfuerzos en más financiación, o en la jornada más larga, sino en estrategias regionales y mejorar significativamente el talento que ha de formar a las futuras generaciones.