Maduro y la oposición
En Venezuela ha habido dictaduras y democracia. Ella vino a menos a finales del siglo XX porque la corrupción y las equivocaciones condujeron a la desaparición de los partidos Acción Democrática y el Social Cristiano (Copei), lo cual facilitó la llegada de la “Revolución Bolivariana”.
El presidente Nicolás Maduro es un hombre leal a la memoria de su protector y antecesor en la primera magistratura Hugo Chávez, quien cumple hoy un año de fallecido. Por recomendación suya los venezolanos lo eligieron para el período 2013-2019, en reñidos comicios, frente a Henrique Capriles, a quien derrotó por siete millones quinientos ochenta y siete mil votos contra siete millones trescientos sesenta y tres mil.
El señor Maduro tiene perfil especial, fue integrante del grupo de rock Enigma, beisbolista, conductor durante nueve años del metro de Caracas, sindicalista, diputado reelegido a la Asamblea Nacional y ministro de Relaciones Exteriores. No es un estadista pero se ha preocupado por adquirir cultura y analizar problemas nacionales e internacionales.
Soporta grave crisis, con pésima situación económica, escasez de alimentos, tasa alta de desempleo, inseguridad y turbulenta movilización pública, reprimida con manifestantes muertos y acusaciones contra la Guardia Nacional.
Ante los enfrentamientos se pide conversar porque las dificultades no se solucionan con el programa de gobierno, ni con el desarrollo de la geopolítica, ni siquiera si el Papa Francisco acoge su petición, formulada durante su reciente visita al Vaticano, para santificar a José Gregorio Hernández.
El Pontífice es partidario del diálogo de Gobierno y oposición, al igual que la ONU y la OEA, al cual Maduro ha abierto una ventana.
El Presidente dice que quienes promueven los disturbios buscan tumbarlo, lo cual, si la afirmación es cierta, no tendría sentido por cuanto solamente las Fuerzas Armadas podrían dar un golpe de Estado y ello en nada beneficiaría a los inermes críticos de su gestión.
En tiempos de convulsión se necesita unidad nacional y la incorporación a los cuadros administrativos de personas capaces de programar y ejecutar soluciones. La desestabilización no le conviene a Venezuela, ni a América Latina. Confiamos en que, con sentido común, mejore la situación en el curso de los próximos días.