Cien años de López Michelsen
La vida, ese paréntesis, fue larga en el caso del doctor Alfonso López Michelsen, cuyo centenario se cumple en estos días. Lúcido, escéptico, original, humanista, dueño de una prosa clara que plasmó en sus libros y columnas de prensa, conversador ameno, dejó huella de su actividad académica e intelectual. Lector incansable dominaba muchos temas y en materia de historia, nacional e internacional, era un experto.
Estuvo vinculado indirectamente a la actividad política, luego de graduarse de abogado, ejerció la cátedra en varias universidades, se destacó como constitucionalista, escribió la novela Los Elegidos y un denso estudio sobre “La estirpe calvinista de las instituciones colombianas”, tratado lleno de citas en el cual se propuso demostrar que ellas provienen del protestantismo, del calvinismo y obtuvo el reconocimiento de los intelectuales y el elogio por su profundidad así haya quienes sigan considerando que la influencia de nuestras instituciones políticas debe buscarse en la Escolástica.
Vivió exiliado en México, luego de los sucesos del 6 de septiembre de 1952 y aprovechó para incursionar en el cine. Regresó a Colombia después de la salida del general Gustavo Rojas Pinilla, fue parlamentario y se opuso a la paridad, es decir, a la limitación a conservadores y liberales del ejercicio de los cargos del Estado en las ramas del poder público, para recomenzar el proceso democrático, tesis acogida por su padre el expresidente López Pumarejo y que inclusive se proyectó en el tiempo con la elección alternativa de presidentes de estos partidos históricos.
El “compañero jefe” encabezó el Movimiento Revolucionario Liberal (MRL) por un buen trecho, para pactar la unidad liberal durante el gobierno del presidente Carlos Lleras Restrepo, en el cual aceptó la gobernación del Departamento del Cesar, tan caro a sus afectos y posteriormente el ministerio de Relaciones Exteriores.
Como candidato único del liberalismo ganó las elecciones presidenciales, en 1974 y gobernó al país hasta 1978. “No fui elegido para ejecutar una política de clase, ni a favor de un grupo, sino una nacional” afirmó en un homenaje que se le brindó antes de posesionarse. El presidente López apoyó a Panamá para que no hubiese obstáculos en las conversaciones e implementación de los Tratados con Estados Unidos que devolvieron la Zona del Canal y la soberanía en este territorio al hermano país. Respaldó, en la Organización de Naciones Unidas, la admisión de la República Popular China, restableció las relaciones con Cuba, el desmonte del Concordato con la Santa Sede, tramitó la ley de divorcio para los matrimonios civiles, mediante Tratados fijó límites marítimos en el Caribe y el Pacífico. Auspició una reorganización administrativa departamental y municipal. No logró, en 1982, la reelección presidencial frente al doctor Belisario Betancur, pero conservó intacto su prestigio de conductor nacional, de consejero oportuno, de crítico altivo.
En un país con poca memoria histórica más cosas pudiéramos decir del expresidente López Michelsen, de quien algunas veces discrepamos con respeto. Ahí está su recuerdo. Y su don de consejo hace falta en estos días que vive la República. Él, a pesar de controversias y polémicas, como debemos hacerlo ahora, defendió, la unidad nacional.