Amnistía, no amnesia
El tema es grande. No confundamos amnesia, enfermedad del olvido, con amnistía, el acto jurídico, normalmente emanado de la rama legislativa del poder público causa de extinción de la responsabilidad penal, por el cual se elimina, con efectos retroactivos, la sanción penal o civil y se anulan antecedentes por acciones cometidas. Se borran jurídicamente. El nombre apareció cuando el griego Trasíbulo proclamó una ley de amnistía después de arrojar a los Treinta Tiranos de Atenas para conseguir la paz. La amnistía se diferencia del indulto en que este es particular, se otorga a una persona concreta, no extingue la responsabilidad civil y consiste en el perdón de la pena, en rehabilitar. La amnistía consagra el perdón del delito, es general, y su empleo puede generar impunidad.
La amnesia es un trastorno, total o parcial, definitivo o temporal, del funcionamiento de la memoria. Sus causas son orgánicas o funcionales. Las primeras incluyen daño cerebral por enfermedades, traumas o uso de drogas. Hay olvidos por lesiones. Los alcohólicos sufren de amnesia, los viejos evocan lo ocurrido lustros antes. Existen muchas películas sobre el tema. David Lynch montó una historia estupenda acerca de lo ocurrido a una mujer que sufrió amnesia traumática como consecuencia de un accidente automovilístico y las dificultades que afrontó.
En las conversaciones de La Habana con las Farc se analiza la amnistía, como parte de un acuerdo para concretar la reinserción de sus miembros a la sociedad. Las víctimas de un conflicto prolongado perdonan pero reclaman la reparación de daños. Ninguno puede devolver la vida a los muertos, ni restañar cicatrices de heridas profundas. Admiro a compatriotas, a familias enteras afectadas por la violencia que abren fraternalmente sus brazos a los responsables de sus males para facilitar la obtención de la paz, que ojalá llegue. ¿Quiénes y desde cuándo deben reparar? Es pregunta obligada. Se analiza inclusive la posibilidad de amnistiar a miembros de la fuerza pública sindicados de excederse en acciones contra la subversión. Se contempla no incluir en la amnistía la comisión de delitos atroces. Ello no significa olvido y es imposible quitar de nuestras mentes lo acaecido para no reincidir en errores. Las lecciones de la historia permanecen y como sostiene Juvenal “el primer castigo del culpable es que su conciencia le juzga y no lo absuelve nunca”. Perdón es indispensable. No olvidar tampoco conduce a actuar con rencor o ánimo de retaliación. Colombia necesita desarmar los espíritus, fraternidad, cultura, superar sentimientos de odio, la convivencia ciudadana. Todos debemos esforzarnos para utilizar el lenguaje de concordia, recobrar el ánimo positivo, acortar distancias y tiempos hacia el encuentro digno con el mañana en beneficio de la nuestra y futuras generaciones. La violencia ahoga la justicia es principio conocido. Sin embargo, recordemos: amnistía no es amnesia.