Jaime Alberto Arrubla Paucar | El Nuevo Siglo
Jueves, 29 de Enero de 2015

El preso político

 

Las democracias se miden por el respeto al ejercicio de las libertades y los derechos humanos. Con el episodio que acaba de acontecer en la vecina República de Venezuela, con ocasión de la visita de los expresidentes de Colombia, Chile y México, que asistían a un evento sobre “El poder ciudadano y la democracia hoy” y a quienes se impidió visitar al líder de la oposición Leopoldo López, que se encuentra recluido, queda en exposición el poco respeto que el Gobierno del vecino país tiene por estos valores democráticos.

La libertad implica, entre muchas otras cosas, la posibilidad de locomoción de nacionales y extranjeros, y de permitir la libre expresión de los ciudadanos. Si los expresidentes extranjeros visitantes en ese país querían ver a un dirigente político que se encuentra preso, por razones que todos  conocemos y que califican en lo que el mundo entero entiende como preso político, estaban en todo su derecho.   Libertad es poder disentir de los criterios gubernamentales sin ser descalificado por ello. Sin embargo, ha salido en forma desbocada y desmedida el Gobierno venezolano a tildar a los expresidentes de narcotraficantes y golpistas; nada más equivocado y traído de los cabellos. Es ese el instrumento que utilizan los déspotas cuando carecen de argumentos: insultan y descalifican. Con toda esta reacción irracional del Gobierno venezolano, no hace otra cosa que dar la razón a quienes pensamos que el líder de la oposición a quien se pretendía visitar, recluido desde febrero de 2014, es efectivamente un preso político y que su único delito es de opinión; de disentir de un gobierno intolerante, por más que el gobierno de su país y el sistema judicial carente de independencia que allí se ha implantado, pretendan demostrar lo contrario.

Hace bien la Cancillería colombiana en elevar su protesta ante el Gobierno de Venezuela por el indebido trato a la dignidad de la República que encarna la figura de un expresidente y también en manifestar que  el Gobierno colombiano “espera” que el recluido jefe de la oposición “recupere su libertad lo antes posible”. Es lo mínimo que puede hacerse desde un país vecino que defiende la democracia.

Los rechazos a las manifestaciones de la Cancillería colombiana y a las del expresidente colombiano, así como la amenaza de poner en peligro las relaciones bilaterales por parte  del Gobierno venezolano eran de esperarse. Así como les sucede a los representantes de la oposición que terminan encarcelados e imputados de toda serie de delitos; asimismo serán descalificados intelectuales, expresidentes, mandatarios, cancilleres, juristas que se atrevan a poner el dedo en la llaga denunciando  la realidad actual venezolana. Sobra decir que hay detractores que enaltecen.