Se exponen etapas previas a la “chiva” a la que fue sometido quien escribe en el desempeño del cargo de Director General de Aduanas durante la presidencia de la República a cargo de Julio César Turbay Ayala. El tema resucitó a raíz de sorpresa reciente causada por el cese de relieve del citado fenómeno y el testimonio de jóvenes que afirman desconocerlo. El diario El Tiempo rectificó la “chiva”, en términos elocuentes, merece mi gratitud y este asunto, incluyendo los medios involucrados y el castigo social permanente, transcurrió el siglo pasado.
Se llegó a la Dirección General de Aduanas (DGA) con el doctor Abdón Espinosa Valderrama como Ministro de Hacienda. Quien escribe estuvo antes en el Departamento Nacional de Planeación (DNP) y presentó el programa de inversión de 1970, en el proyecto de presupuesto del Gobierno Nacional, a examen de la plana mayor del Ministerio de Hacienda, encabezada por el Ministro Espinosa. El Ministerio estudió las tres alternativas ofrecidas, escogió la tercera y mejor con ajustes: éxito total. Luego, quien escribe se desvinculó del DNP y surgió el nombramiento en la DGA. Una posición difícil por el desprestigio de la entidad, es decir, se mostraba gran confianza a quien escribe, se elaboró estrategia para atacar el contrabando y sea la ocasión para expresar mi agradecimiento. Paréntesis: se tiene gran aprecio por el doctor Jaime García Parra, sucesor del doctor Espinosa, quien me defendió en el Congreso a raíz de menciones desagradables de un parlamentario.
La administración Turbay creyó en mi inocencia y permanecí en el cargo de Director por algún tiempo en tanto se tramitaba la situación por la vía jurídica: place señalar que no hubo sanción alguna; sin embargo, al cabo de varios meses, fui transferido a la Embajada de Colombia ante la Alalc, en Montevideo. La situación cambió con la gestión de Belisario Betancur como Presidente de la República y pronto fui desvinculado del servicio público mediante decreto firmado por Betancur y su canciller Rodrigo Lloreda Caicedo con base en facultades extraordinarias, es decir, sin mencionar la razón del despido (jamás se conoció). Siempre supuse que la causa residía en la “chiva” y, cuando El Tiempo rectificó, se solicitó el reintegro a Augusto Ramírez Ocampo, nuevo Canciller: rechazó el pedido.