Las declaraciones del ministro de Defensa, Diego Molano, sobre injerencia extranjera, es otro episodio de las tensiones entre Colombia y Venezuela. Dijo el ministro que con base en información de inteligencia se supo del apoyo y la asistencia técnica de Rusia e Irán para movilizar tropas de las Fuerzas Armadas Bolivarianas del lado venezolano de la frontera con Colombia. Las graves afirmaciones las pronunció el pasado tres de febrero en el marco del III Congreso Internacional Antidrogas, celebrado en la ciudad de Cartagena. Y muestra de nuevo el desempacho con que al interior del gobierno se tratan las relaciones internacionales en el sentido de eludir, desde un comienzo, la utilización de los canales diplomáticos.
La reacción de Rusia no se hizo esperar y señaló, al día siguiente, en un comunicado emitido por su embajada en Bogotá, que la declaración del ministro de Defensa constituye otro de los continuos intentos de acusar sin fundamento a la Federación de Rusia de “la presunta injerencia en los asuntos internos de Colombia” y como resultado de “su búsqueda incansable de enemigos ficticios.”
El incidente diplomático no es menor y se da en el marco del recrudecimiento de los enfrentamientos entre distintos grupos armados en el departamento de Arauca, desde hace aproximadamente un mes. Generando una grave situación de violencia que ha dejado más de 34 muertos y cientos de desplazados en ambos lados de la frontera. Una grave crisis humanitaria que requiere ser urgentemente atendida para proteger a la población civil.
Por su puesto que toda injerencia es inaceptable y la situación debe ser esclarecida por los canales diplomáticos. Ojalá se logre. Sin embargo, a propósito del incidente, llama la atención sobre cómo cierta narrativa se ha ido instalando y se expresa en el discurso tanto del gobierno como en el de algunos sectores políticos afines. Utilizada como fórmula simplificadora para tratar de explicar o justificar el manejo de las relaciones internacionales con determinados países y frente a determinados temas. Por ejemplo, sobrevalorando el lugar del país en una supuesta geopolítica de conspiraciones ideológicas y militares (amenazas comunistas o izquierdistas). O restando valor a los informes de Naciones Unida y de la Comisión Interamericana sobre el grave deterioro de la situación de los derechos humanos en Colombia.
La función de inteligencia y contrainteligencia es elemento esencial en la toma de decisiones. Pero, las relaciones internacionales supeditadas solamente a la información de inteligencia es un escenario más propio de tiempos superados con el fin de la guerra fría. Pues, bajo tales parámetros se desarrollaron estrategias como la confrontación latente a partir de preparar y manejar las crisis. Y dicha confrontación se tornaba en marco de una particular “coexistencia” durante un periodo político o económicamente conveniente. (Cuba o la crisis del petróleo).
En este sentido, la injerencia a que alude el ministro Molano contiene elementos que permiten suponer el interés de llamar la atención sobre un posible escalamiento de las tensiones entre Colombia y Venezuela como extensión de la crisis por el caso Ucrania. Lo cual, en mi opinión, es una exageración. Pero, que encuentra eco en sectores ultraconservadores que juegan un papel obstruccionista de las relaciones en la región con las consecuencia sociales, económicas y políticas que ello ha acarreado.
@Fer_GuzmanR