Ya son varias las veces que me he manifestado respecto a la inseguridad que se vive en las distintas ciudades del país. Esta semana he reflexionado mucho sobre este tema porque a diario me entero de robos y atracos que viven amigos y colegas, sin contar todos aquellos que deben sufrir el resto de ciudadanos. Éstos ya no solo ocurren en la calle por ir hablando por celular a sabiendas de la inseguridad en que vivimos, o por ir conduciendo con la ventana abajo, creyendo aún que las historias de robos en semáforos son cuentos. Ya no solo se limitan a robos de espejos y saqueos de hogares.
Ahora los delincuentes se sienten invencibles ante el sistema, ahora vemos robos maquinados y con complicidad en una cadena de eventos en la que siguen personas desde un punto en el que identifican todo lo que les pueden quitar, hasta otro en el que los despojan de todas sus pertenencias. Dudo que haya una sola persona en este país que no haya sentido la angustia de la inseguridad que vivimos.
Lo más triste es que nos hemos acostumbrado y vivimos con este temor nuestro día a día como si fuese lo normal de las cosas, cuando claramente no lo es. Si viajamos a otro país, nuestra forma de vivir pasaría por exageradamente precavida y en otros casos pensarían que tenemos un delirio de persecución. Quienes residimos en Bogotá vivimos pendientes de nuestra seguridad aunque vayamos a la esquina, porque el peligro está en todas partes. Es que no nos sentimos seguros ni ante un retén en la noche porque pueden ser delincuentes disfrazados, o ante un escándalo público porque lo consideramos una distracción para que les sirva para el atraco
Esta semana en la W se expresó preocupación respecto al alarmante déficit de policías que hay en la capital de Colombia, que ya ha sido en el pasado foco de muchas noticias. En nuestra capital, al igual que en otras ciudades de nuestro país, el número de policías por cada cien mil habitantes es mucho menor que la media establecida por Naciones Unidas para mantener la seguridad en una ciudad, la cual sugiere cuanto menos 300 agentes por cada cien mil habitantes.
Además de no contar con suficiente fuerza policial para mantener nuestras calles seguras, tenemos un sistema penitenciario realmente precario. Mientras en fuerza policial presentamos un déficit, en número de presos sucede lo contrario. Hay mayor número de presos en cárceles que el que su capacidad permite. Nuestras cárceles no están preparadas para el creciente número de delincuentes y la impunidad que eso conlleva ante crímenes que podrían considerarse de menor cuantía, como lo son los atracos en las calles y semejantes.
Y es así que los delincuentes roban con un riesgo bajo de que los cojan porque hay déficit de policías y, aún más, si son sorprendidos y esposados, horas más tarde los jueces los dejan en libertad.
Es hora de que el Gobierno tome medidas que redunde en la recuperación de la seguridad, tanto urbana como rural. Ya estamos de nuevo en los reportes de los distintos países que advierten a sus ciudadanos sobre el peligro que presenta viajar a Colombia. ¿Hasta cuándo? Necesitamos de menos declaraciones y más medidas que logren controlar este grave problema que estamos viviendo.