ARRECIFES
Paraquitos
“Todos conocemos cómo reaccionan los taxistas”
El incidente público más reciente sobre una organización para policial que se desplaza en vehículos de supuesto servicio público, de color amarillo, con una extendida red de comunicaciones que les permite coordinar ataques u organizar partidas de caza contra ciudadanos inermes, es el ataque a la hija del ex vicepresidente de la República, Francisco Santos Calderón.
No es el primer problema de ese tipo que se presenta en Bogotá, pero si pudo ser uno de los más graves, dado que involucró la hija de una persona que por razón del cargo que ocupó, tiene esquema de seguridad. Muy bien habla del profesionalismo del cuerpo de escoltas que no hayan accionado sus armas contra los atacantes. Pudieron haberlo hecho con una alta probabilidad de que dado el contexto de los acontecimientos, cualquier Juez de la República hubiera encontrado justificado su uso.
Lo más grave para el común de los ciudadanos de Bogotá es que la inmensa mayoría carece de servicios de seguridad privada y, peor aún, tampoco tenemos seguridad pública. Cualquier banda criminal es capaz de apoderarse de un barrio, como ya ocurrió con el San Bernardo, la Perse o el Santa Fé, por ejemplo, sin que las autoridades se den por enteradas. O de la ciudad entera como ocurre con los taxistas.
Cualquiera que haya tenido el menor incidente de tránsito con un taxista sabe cómo actúan. Como los lobos, llegan en manada a aullarle al particular que haya tenido la mala suerte de cualquier pequeño estrellón con ellos. Tienen argumentos de convicción muy contundentes: desde crucetas, hasta varillas, pasando por los infaltables bates de beisbol.
Ahora resulta que han decidido declararle la guerra a Uber. Literalmente la guerra. No están planteando una confrontación desde el buen servicio, la confiabilidad de sus conductores, la limpieza de sus vehículos o la simple decencia en el trato al pasajero. No, es una guerra de verdad, con ataques premeditados, tácticas de guerrilla y comandantes embozados. Como cualquier banda criminal.
Lo peor no es eso. Lo peor es que algunos miembros de la Policía de Tránsito no están actuando como servidores públicos, sino como cuerpo de seguridad privada de los dueños de los taxistas organizados. No solo no los detienen cuando es obvio que hacer retenes y detener personas que se movilizan en un vehículo particular es un evidente delito contra la libertad individual y de locomoción, sino que los respaldan.
Es la historia de todas nuestras guerras. Cuando el Estado, o sus agentes, no las crean, las dejan crecer
@Quinternatte