Hugo Quintero Bernate | El Nuevo Siglo
Martes, 2 de Febrero de 2016

ARRECIFES

Cacería de Brujos

“Si el señalado es hombre, no hay presunción de inocencia”

 

El primer capítulo del escándalo Otálora ha culminado con su renuncia al cargo. La gravedad intrínseca de los cargos, de acoso laboral primero y acoso sexual después, no podían conducir a desenlace diferente tratándose, ni más ni menos, que del funcionario encargado de velar por la protección y defensa de los derechos fundamentales.

 

Más allá de renuncias, procesos judiciales o egos periodísticos reclamando la cabeza del Defensor del Pueblo, creo que a todos debería preocuparnos el proceso de linchamiento público que ocurrió como preámbulo de la denuncia penal que finalmente se presentó. Es como si las columnas periodísticas, la solidaridad de género automática y la participación de las más diversas organizaciones feministas exigiendo condenas, se hubieran preparado cuidadosamente para ambientar el acto mismo de la presentación formal de la denuncia ante la Fiscalía.

 

Tengo claro que pregonar el respeto al debido proceso, a la garantía de presunción de inocencia o al simple principio del beneficio de la duda cuando se trata de una denuncia contra un varón por hechos de supuesto acoso sexual contra una mujer, no es políticamente correcto. Lo que exige la galería y la mayoría vociferante es que al infame varón se le condene a priori. Las organizaciones feministas, los políticos oportunistas de todos los pelambres y los medios en busca de audiencia no quieren justicia, quieren venganza.

 

Nadie en sus cabales se atreve a negar la premisa sobre la que estructuran semejante deseo: Las mujeres, dicen, siempre han sido víctimas de los hombres que han aprovechado sus posiciones de poder para abusar de ellas incluso sexualmente. Nadie lo ha demostrado estadísticamente, como para decir, por ejemplo, que el 80% de los hombres jefes acosan a sus subalternas. Pero es una "verdad" de esas que nadie discute.

Más allá de las dudas sobre la tal premisa, su peligrosidad es aterradora. Según sus defensores, toda denuncia de hechos de esa naturaleza debe ser tratada con presunción de certeza absoluta. De acuerdo con ello, ninguno, por el simple hecho de ser varón, tendría derecho a defenderse. Si el señalado es hombre, no hay presunción de inocencia. Es culpable per se. Y, cualquier cuestionamiento a la denunciante, es revictimización, nunca defensa.

 

Como en todos los asuntos penales, las tesis fundamentalistas les parecen  buenas hasta que les toca padecer que el involucrado es hermano, esposo, hijo, o amigo cercano. Ahí sí recuerdan la presunción de inocencia.

 

@Quinternatte