HUGO QUINTERO BERNATE | El Nuevo Siglo
Martes, 15 de Diciembre de 2015

ARRECIFES

Corrupciones varias

“Imparcialidad es un atributo vital del Estado!

 

El  escándalo en el que actualmente se encuentra inmersa la Policía Nacional por el uso inadecuado de sus recursos tecnológicos,  las presuntas conductas abusivas de su director general o la aparente incompatibilidad de su patrimonio privado frente a sus ingresos públicos, ha vuelto a poner de presente, más que los problemas cíclicos de la centenaria y querida institución policial, la relatividad moral que la nación colombiana mantiene frente a temas trascendentales para la estructuración de una sociedad decente y justa.

 

La corrupción, que es el gran tema que planea sobre todas las aristas del escándalo, es tan difícil de precisar que ni siquiera en la Convención de las Naciones Unidas contra la Corrupción, los países suscriptores lograron ponerse de acuerdo en una definición que los dejara a todos satisfechos. 

 

El señor Director de la Policía Nacional, por ejemplo, no encuentra inmoral, ni contrario a la ética que particulares le vendan tierra a menor precio del comercial. Para él, es absolutamente claro que ese no es un acto de corrupción. Tampoco lo son, para un ex presidente, ahora senador, los múltiples eventos por los que colaboradores de su gobierno fueron condenados por la administración de justicia. El señor senador siempre, e indistintamente, ha excusado esos comportamientos diciendo que le parecen injustas las condenas para quienes “no se han robado ni un peso del erario público”.

 

Justamente, esa es la única definición de corrupción en la que casi todos coinciden. Robarse los dineros públicos es, sin duda corrupción. Los problemas empiezan cuando se intenta definir el dinero público. Así, por ejemplo, para muchos, recibir el 10% de un contrato no es corrupción, si ese porcentaje no incrementa el precio de lo que adquiere el Estado. Se autojustifican con la idea de que la coima salió del bolsillo del contratista no de las arcas del Estado. Y por eso, se sienten perseguidos cuando los condenan por cohecho o concusión o tráfico de influencias.

 

La realidad es bien distinta. Las obligaciones que imponen trabajar para el Estado significan, entre otras cosas, una transparencia absoluta. Es tan ladrón el que roba, como el que deja robar. Y corrupción es no solo apropiarse de los dineros del Estado. Designar subalternos inútiles a sabiendas de su inutilidad, solo para llenar cuotas, lo es. Como también lo es, destituir al que cumple con su deber, por no prestarse a trapisondas o torcidos. O inventarse procesos judiciales en contra de un adversario u omitir la persecución de un aliado. La imparcialidad es un atributo vital del Estado y su infracción consciente siempre es corrupción.

 

Mejor dicho, como decía mi abuela, buen hijo no es el que no le pega a la mamá.

 

@Quinternatte