La vida no es rosa
Por cuenta de una nota de la periodista Natalia Herrera Durán, nos enteramos de la trágica historia de Sergio Urrego, un adolescente que se suicidóen el centro comercial Titán Plaza de Bogotá, el 4 de agosto de 2014, a causa de la presión recibida por su condición sexual.
La dolorosa crónica que se publica en el diario El Espectador pone de presente, no solo la dura vida de discriminación y matoneo que deben padecer los jóvenes que en el medio escolar o universitario se atreven a reconocer una identidad sexual diversa de la mayoritaria, sino la asombrosa ignorancia de quienes están encargados de la educación de nuestros jóvenes.
Lo primero que sorprende y asusta es la absoluta falta de respeto de algunos docentes del “Gimnasio Castillo Campestre”de Tenjo (Cundinamarca) por los derechos constitucionales de sus alumnos. Cómo asíque un profesor del establecimiento “educativo”establecióla relación sentimental a partir de la incautación de un teléfono celular donde encontróuna foto del adolescente y su pareja.
Seráacaso posible que en un colegio que funciona en plena sabana de Bogotáno sepan que la intimidad y la inviolabilidad de las comunicaciones no solo son derechos fundamentales, sino que su infracción estásancionada por la ley penal hasta con 6 años de prisión.
Pero más alláde las infracciones constitucionales, penales o administrativas que surgen evidentes de las conductas de la rectora, de la sicóloga y con mayor razón del docente que incautóy accedióa los archivos del teléfono, lo que asusta es la absoluta falta de prudencia y de simple compasión humana de quienes tienen a su cargo la delicada tarea de educar.
¿Cómo es posible educar en tolerancia y en humanismo, si quienes están encargados de hacerlo son a su vez intolerantes e inhumanos? El odio, la intolerancia y la discriminación no son connaturales al ser humano. Son conductas aprendidas y lamentablemente en la mayor de las veces se aprehenden, como casi todo, por imitación. En los hogares racistas se aprende a serlo. En los que hay violencia intrafamiliar, el modelo se repite. E igual ocurre con el odio o el simple miedo a los homosexuales.
Unos docentes, sicóloga incluida, para vergüenza de su profesión, que hacen de una manifestación de cariño guardada en un documento fotográfico hallado dentro de un celular accedido ilegalmente, un escándalo educativo o una infracción al “manual de convivencia”, son el verdadero problema para la convivencia y no la tendencia sexual de los muchachos captados en la imagen gráfica privada que los escandalizó.
Algo tendrán que decir las autoridades educativas nacionales y departamentales, sobre semejante tragedia. Y no me refiero a la del adolescente muerto, pues para él, aunque dramática y dolorosamente, ya terminó. Sino a la de los cientos de niños y jóvenes cuya “educación”sigue en ese colegio en manos de semejantes trogloditas.
La señora Ministra de Educación debería tomar cartas en el asunto, aunque dudo mucho que en ese Colegio la dejen entrar, pues claramente no se ajusta al “manual de convivencia”de ese establecimiento “educativo”.
@Quinternatte