Historia negra
El reciente fallecimiento de Gabriel García Márquez y el trino con el infame deseo sobre el destino de su alma que una reconocida ganadera publicó, actualizaron las maledicencias y rumores que hace más de treinta años pusieron en serio peligro su vida.
Probablemente las nuevas generaciones que hoy disfrutan de los espacios de libertad que esta democracia hereditaria les concede, crean que alcaldes de izquierda, ministros exguerrilleros o derechos como el del libre desarrollo de la personalidad, siempre han existido tal y como los conocen hoy.
Pues no es así. Hace apenas 36 años, entre 1978 y 1982, en Colombia la tortura y el desaparecimiento de personas se convirtieron en política oficial. El dúo siniestro Turbay Ayala-Camacho Leyva instauróen Colombia, bajo estrictas condiciones de legalidad oficial, un régimen tan represivo como los que entonces funcionaban en el cono sur.
Durante ese cuatrienio, el orangután con sacoleva que simboliza nuestra democracia, según las sabias palabras de Darío Echandía, fue más orangután que nunca. Con el pretexto de la lucha antisubversiva y básicamente con el de acabar con el M-19, el país estuvo gobernado bajo un régimen casi dictatorial en el que al amparo de normas excepcionales condensadas en el llamado “Estatuto de Seguridad”, se redujeron al mínimo todas las garantías procesales y jurídicas de cualquiera sobre el que existiera el mínimo “indicio de sospecha”, como decían los agentes oficiales de entonces.
En ese contexto donde abundaban las detenciones sin orden judicial y la tortura era procedimiento habitual, se detuvo a invaluables poetas y artistas. Luis Vidales y Feliza Bursztyn, son dos de los más ilustres, pero no los únicos que pasaron por las horcas caudinas de las caballerizas de Usaquén tan magistralmente dibujadas por el Maestro Osuna. Y alláquerían llevar a Gabriel García Márquez en 1981, cuando se les escapóliteralmente de las manos al régimen.
Desde El Tiempo, que como Turbay, se preciaba de ser del partido liberal, uno de sus columnistas, fundamentalista como el seudónimo que usaba -Ayatola-, justificaba la historia oficial. El que quiera enterarse de este vergonzoso capítulo del acontecer nacional puede hacerlo de la propia mano de García Márquez en su columna del 8 de abril de 1981, localizable en el archivo histórico de El País, de España.
Las consejas que casi desaparecen a GGM, son las mismas que mataron a Jaime Garzón, a Alfredo Correa de Andreis o a Eudaldo Díaz. O que denostaron a su abogado de entonces, cuando, unos años después, como Procurador General, se atrevióa investigar los excesos de los procedimientos militares contra civiles. Los autores son esos mismos que ayer u hoy azuzan desde twitter, los periódicos o las emisoras a ejecutores de motosierra alienados con que “la patria”y los negocios de sus patrones son el mismo asunto.
Por eso es que el homenaje a García Márquez realizado ayer en México, más que un acto de justicia con el difunto, es con ese país. Si alláno lo hubieran protegido en el 81, Poncho Zuleta no habría cantado en su honor en el 82 en los salones de la Academia Sueca.
@Quinternatte