Bogotanadas
Recientes informes de prensa dan cuenta de la mafia que en forma de administración se había apoderado de la mayoría de las entidades de la Alcaldía Mayor de Bogotá. Por lo que se lee, habrá que erradicar de su escudo el águila rampante que la identifica, para ponerla ahorcada o por lo menos atada por los lazos de la corrupción que se apoderaron de ella.
Los administradores de Bogotá estaban tan ocupados robándose la ciudad que hicieron la vista gorda con otros ladrones: los callejeros. En una trágica partición criminal de la ciudad, en los espacios oficiales quedamos en manos de los “Samueles” y en los callejeros en las de los “Pascuales”.
Caminar por una calle bogotana, en cualquiera de sus puntos cardinales, es verdadero motivo de zozobra y angustia. Usar un vehículo de servicio público es aún peor. Carteristas y ladrones de toda laya pululan en Transmilenio, que en todo caso es menos inseguro que el sistema ordinario de transporte. Subirse a un bus urbano es poner en riesgo la vida. Atracadores a mano armada abundan en buses y busetas en busca de celulares, cadenas, dinero o simplemente sangre. Y los taxis, si encuentra uno que quiera ir para donde necesita, son más peligrosos aún por cuenta de los “paseos millonarios”.
Movilizarse en vehículo particular es tan o más azaroso que hacerlo en servicio público. Espejos, empaques de las puertas, farolas y cualquier accesorio del automóvil están expuestos a la furia de los indigentes, esos mismos que “La Política del Amor” de Petro expulsó del “Bronx”, para desperdigarlos por toda la ciudad.
Pero bajarse del automóvil puede ser aún más peligroso. Conozco el reciente caso de un funcionario público que por la Avenida Circunvalar, entre las calles 20 y 24, tuvo la mala fortuna de ser estrellado por un taxi.
Ocurrido el accidente a las 5:30 de la tarde, a las 8 de la noche, la Policía de Tránsito aún no había llegado. Los que sí llegaron fueron los ladrones: ¡7!, aparentemente salidos de las casuchas que rodean el lugar, intentaron atracar a los solitarios conductores. Taxista y funcionario hicieron lo que cualquier bogotano decente: huyeron. Lograron llegar a la 39 y estacionar en el Parque Nacional. Hasta allá llegó la Policía de Tránsito a multarlos por no esperarlos y “mover los vehículos del sitio del accidente”.
Así nos va a los bogotanos. Estamos en manos de una autoridad que no se ejerce sino contra los honestos. A los pillos se los deja en paz. No se les persigue. La Alcaldía le ha entregado las calles al hampa en una especie de concesión que explotan a costa de la seguridad de todos.
La única medida conocida del gobierno distrital contra la inseguridad callejera ha sido sugerir que no se use el celular para lo que se lo inventaron, es decir, como aparato móvil de comunicación. Y como van las cosas, tampoco hay que usar el carro. Ni movilizarse en taxi, bus o buseta. Mejor dicho: no salgan de la casa.
Debe ser que el verdadero plan de la Alcaldía es la promoción del teletrabajo.
@Quinternatte