Escoltas: usos y abusos
Colombia debe ser uno de los países del mundo donde más esquemas de seguridad personal se utilizan. La inseguridad, por riesgo de secuestro, por ejemplo, es la razón de los empresarios privados para la contratación de costosos grupos de escoltas.
En el servicio público se asignan esquemas de seguridad a la mayoría de los funcionarios de nivel alto y a algunos de nivel medio, de lo que no se excluye ni siquiera a los miembros de las Fuerzas Armadas. El número de efectivos de la Policía Nacional que se destina al cubrimiento de la seguridad personal es una de las mayores causas del déficit para patrullaje y vigilancia de las ciudades colombianas, aparte del costo que significa para el Estado su sostenimiento, que incluye vehículos y armamento.
Nadie niega la necesidad de muchos funcionarios de tener seguridad personal, pero la realidad es que la utilización del servicio, en la mayor de las veces, está más asociada al ego de cada funcionario que a la existencia de riesgos verdaderos para su seguridad personal. Cualquier oficial de la Policía que haya tenido a su cargo la Dirección de Protección, sabe que no hay nada más difícil que retirarle la escolta a “un personaje”.
No hay duda de que mucho funcionario público deriva su autoestima de la parafernalia de escoltas. No solo gozan con que les abran las puertas de los carros, les eviten colas o les faciliten todos los trámites de aeropuertos, sino que además abusan, cortando el tráfico para acelerar el paso de sus caravanas.
“Canastear” es un término que han acuñado los propios escoltas oficiales para referirse a esa mala, y a mi juicio ilegal, costumbre de muchos de los “personajes” de utilizar el esquema de seguridad para labores domésticas, más propias de mayordomos que de custodios. Pagar los servicios públicos, llevar las mascotas al veterinario, acompañar a las empleadas del servicio doméstico al mercado o simplemente lidiar al “personaje” borracho de coctel en coctel, no parecen labores dignas de hombre y mujeres, curtidos y entrenados para otra clase de labores.
Y ahora, aparte de “canastear” y cortar el tráfico, algunos personajes han decidido utilizar a sus escoltas oficiales para que los defiendan de los opositores. Cómo así que en foros públicos, sobre temas polémicos, no solo el personaje ingresa al recinto de discusión con su esquema armado, sino que permite, o incluso azuza, a sus escoltas para que callen o hagan callar a quienes expresan opiniones contrarias o diversas de las que defiende el escoltado.
Desde la época de Uribe, cuando sus jefes de seguridad -extraditados o no- pretendieron filmar, identificar y ubicar domiciliariamente a unos estudiantes de la Javeriana que en su propia universidad se atrevieron a contradecir al “incontradecible”, no se veía un espectáculo tan bochornoso como el de los escoltas que intentaron callar a un contradictor del Procurador en el reciente foro sobre el matrimonio igualitario.
Lamentable ver que el funcionario que tiene la tarea constitucional de proteger los derechos humanos, patrocine que a porra y porrazo, se atropelle una minoría.
@Quinternatte