ARRECIFES
De Villarrica y otras Villas
Uno de los puntos del acuerdo del fin de la guerra entre el Estado colombiano representado por el gobierno del Presidente Juan Manuel Santos y el grupo guerrillero de las Farc-EP son las “zonas veredales transitorias de normalización” que funcionarán, como su nombre lo indica, como lugares de concentración de las fuerzas guerrilleras para su desarme y preparación para el reintegro a la dureza de la vida civil donde hay que ganarse el pan diario sin armas y enfrentando peligros peores de los que acechan en la selva.
En la lista de las 23 zonas veredales, lo primero que se echa de menos es que no hay ni una en el departamento de Cundinamarca, donde las Farc tienen parte de su cuna histórica. Ni en Cabrera, ni en Viotá, probablemente por su cercanía a Bogotá, se autorizaron zonas de normalización. Aunque sí se les dejó en otros lugares asociados a su historia o, mejor, a las del movimiento de resistencia campesina del que terminaron derivándose las guerrillas comunistas de ahora.
Quienes hoy se oponen al acuerdo de fin de la guerra alcanzado entre Estado y guerrillas y se burlan de alias “Timochenko” por los reclamos contra el establecimiento que en 1964 no encontró ninguna respuesta diferente al movimiento agrario que el de la guerra, harían bien en leer algo de la historia de las guerrillas liberales y de los movimientos campesinos agraristas para que se enteren de lo equivocado que resulta responderle con balas a quien solo empuña un azadón.
“Juan de la Cruz Varela-Sociedad y Política en la Región del Sumapaz” de Rocío Londoño Botero o “Crónicas de Villarrica” de Jacque Aprile-Gniset muestran la historia real de la guerra colombiana. Un conflicto originado más que en la pobreza de unos y la riqueza de otros, en la extrema ambición de pocos y en las órdenes de potencias extranjeras que nos impusieron su guerra fría.
Campesinos que solo querían tierra para cultivar y que la tomaron en lugares donde nadie lo hacía ni ejercía sobre ella actos de señor y dueño, fueron calificados de comunistas para poderlos perseguir y sus parcelas señaladas como repúblicas independientes para poderlos bombardear. Desde Cabrera, en Cundinamarca, donde se asentó Juan de la Cruz Varela, hasta la Villarrica (Tolima) de hoy, el movimiento agrario intentó, desde entonces que la tierra fuera, como ya se reconocía desde las reformas de López Pumarejo, para el que la trabajara.
De allá y de los movimientos agraristas de Jorge Eliécer Gaitán, en 1948, viene la guerra que hasta ahora acaban de acabar y que en 1955 hizo que en la “operación tenaza”, entre otras cosas se bombardeara Villarrica, la misma que ahora será laboratorio de paz.
Lo asombroso es que hoy, 60 años después, en Villarrica no ha cambiado nada. Sigue siendo una villa pobre. Con un problema geológico gravísimo, sin ninguna inversión estatal seria y sin futuro alguno para los jóvenes que crecen en sus veredas. Tal vez ahora el Estado la bombardee con inversión y no con napalm como en el 55.
@Quinternatte