HORACIO SERPA | El Nuevo Siglo
Miércoles, 31 de Julio de 2013

No más análisis fuera del tiesto

 

Como vamos, no llegaremos a ninguna parte en materia de paz. Todo el mundo opina, cada quien desea que el proceso de La Habana sea como él exclusivamente quiere. Así no se puede. El presidente Santos es el responsable legal del tema y al mismo tiempo el funcionario encargado del orden público, a más de ser el Comandante de las Fuerzas Armadas.

En su parecer, en su rectitud, en su liderazgo, en su sentido del cumplimiento del deber, tiene el convencimiento de que hace lo correcto. Hay que dejarlo, hay que apoyarlo. No tenemos por qué estar dándole consejos ni seguir enredando la pita con tantas interpretaciones y tan incoherentes y contradictorias teorías. Él conoce lo que está haciendo, es persona de buen juicio, es un funcionario bien intencionado, domina el tema y sabe en qué palo está trepado. Merece la confianza de sus gobernados.

Igual se puede predicar de la Comisión Negociadora. No son ningunos pintados en la pared. Un exvicepresidente que  fue varias veces Ministro, Registrador, Magistrado y Embajador; el Presidente de los Industriales de Colombia durante 20 años; el más duro y ducho de los generales del Ejército; el mejor Policía del mundo; un experto y confiable Comisionado de Paz, Asesores que saben su oficio. Como en el dicho, “los que quieran más, que les piquen caña”.

Lo que está ocurriendo con el denominado “Marco Jurídico para la Paz” es inaudito. Veinte opiniones diferentes alineadas en dos grandes bloques, tratando de enseñarles Derecho Constitucional a los más expertos constitucionalistas del país. Todos en los medios de comunicación y en los foros defendiendo su gran verdad, que es personal y exclusiva. El Gobierno en lo suyo, pidiendo aprobación de la reforma para poder hacer la paz; la guerrilla afirmando que no se someterá a su contenido. ¿Qué hacer?

Aceptar que la paz es un asunto eminentemente político. Obrar conforme lo señala la Constitución, para la cual la paz es un derecho y un deber. Y esperar que en La Habana primen la cordialidad y la sensatez, logren satisfactorios acuerdos y se ponga fin al alzamiento armado. Que con el Eln se consiga lo mismo. Después una ratificación popular de los convenios y que comience la etapa de la reconciliación.

Claro que la guerrilla debe hacer dejación de las armas. ¿Qué podría hacer con ellas? Destruirlas, en presencia de delegados internacionales.

El posconflicto, la reconciliación, como se quiera llamar, será el momento de desarrollar los acuerdos. Justicia, verdad, reparación, perdón, ejercicio de la política, reformas económicas y sociales, convivencia. Tenemos que ser capaces de lograrlo.

Toca ahora. Si no se hace ya, pasarán otros diez años. Serán 20.000 muertos, dos millones de desplazados, 50.000 mutilados, 3.000 secuestrados, robos, violaciones, narcotráfico, desigualdad, corrupción, atraso.

Hay que darle una mano al Gobierno y estar dispuestos a aceptar a la guerrilla como integrantes de la sociedad colombiana. No tengamos miedo y que ellos vengan sin miedo. Claro que somos capaces. Sin retórica.