Horacio Gómez Aristizábal | El Nuevo Siglo
Sábado, 31 de Enero de 2015

España y Colombia

 

Excelente que el actual embajador de España en Colombia, Ramón Gandarias, destaque la importancia de la hispanidad en el alma colombiana. Por eso constituyó un gran acierto el reconocimiento que le hizo a Alberto Abello por medio de una destacada condecoración por su hispanismo académico. Pocos en nuestro país se preocupan tanto como el Dr. Alberto Abello por todo lo que representa y significa el hispanismo en nuestra cultura. Ni los colombianos, ni los habitantes del Nuevo Mundo somos marcianos, es decir, llegamos a estas tierras sin antecedentes y sin siglos de alta tradición cultural. El presidente Alfonso López Michelsen, gran hispanista, señalaba la trascendencia del ingrediente español en muchos aspectos, principalmente por ubicarnos en la civilización occidental, con todos sus valores, contenidos y sustancias. Figuras colosales del Partido Liberal como Carlos Lozano y Lozano, Indalecio Liévano Aguirre y Hernando Téllez, defendieron con sólida argumentación la hispanidad. Hernando Téllez escribió: “Roma la imperial tuvo como consigna básica, imponer su idioma, el latín a las naciones colonizadas. Entendió que sin este logro, todo sería frágil e inútil... Con el tiempo el latín se convirtió en lengua muerta... En el nuevo mundo prácticamente se hablaba por señas... El idioma español se agigantó con la expansión territorial... Este idioma, junto con el inglés y el francés, es de los más poderosos del universo-mundo. El inglés nos puede ganar por su sequedad y sencillez gramatical. Tiene mayor movilidad poliforme y expresividad  subjetiva... No gana el idioma francés ni en arrogancia, ni visualidad. El español impresiona por su majestad, sonoridad y precisión...”.

España convirtió la selva y la manigua en templo, aula, foro, cátedra. Menéndez y Pelayo afirmó: “El idioma alemán es marcial, adecuado para preparar órdenes; el francés por su flexibilidad incita a las relaciones humanas; el italiano por sus arpegios es el más indicado para el canto. El español se hizo para hablar con Dios”.

Alberto Abello en libros, en conferencias, en ensayos, en discursos defiende airosamente los intangibles valores de la hispanidad. Para este tropero de las letras y combatiente escritor, la hispanidad está representada, esencialmente, en las creencias y en la convicción de que el hombre es un portador de valores eternos. Por esto ser hispánico significa gozar de la posesión de unos rasgos tan peculiares, que convierten el individuo en algo inconfundible y único. Todo esto explica el que España, en ciertos momentos históricos, le haya hecho aportes incalculables a la humanidad.

Es indiscutible que, por ejemplo, el uso de la vela y la brújula en la navegación, la invención de la pólvora y la imprenta, el empleo del caballo y de la diligencia en la locomoción o el aprovechamiento del regadío y del arado romano en la agricultura, eran ya prácticas universales que el solo descubrimiento hubiese puesto en boca en América, pero no es menos cierto que en ingeniería, en industria, en comercio, en hidráulica, en minería o en agronomía, España era la potencia más adelantada del mundo. Si el progreso es conexo, tomemos uno de los aspectos más visibles de la técnica española de entonces para apreciar el conjunto de su influjo civilizador: su ingeniería civil, arquitectónica y militar.

La ciencia moderna mira con admiración todo lo ejecutado en Cartagena como sistema de defensa. Iluminación, ventilación, construcciones subterráneas, acústica, óptica y mil aspectos más.