“Progreso se origina en cerebro de grandes pensadores”
LAS ACADEMIAS
Colombia y sus instituciones
LOS hombres y los libros constituyen la esencia viva de los pueblos. Todas las transformaciones y los grandes saltos al progreso y a la civilización se originan en el cerebro de los grandes pensadores. Primero llegaron las ideas revolucionarias de los sabios y luego surgieron los militares y los mariscales. Los enciclopedistas provocaron el luminoso tránsito del monarquismo despótico a la democracia liberadora y progresista. Esto dijeron: A los reyes los vemos grandes, porque los miramos de rodillas; levantémonos. Las protestas ardientes solo se sosiegan y se calman cuando dan estabilidad a los pueblos.
Las normas jurídicas son condensaciones de justicia, de libertad y de equidad. La revolución de hoy será la legislación del mañana. A su vez esa legislación de mañana será atacada por fuerzas innovadoras que acabarán por convertirse a su turno, en nuevas instituciones jurídicas que concentran y conservan lo que un día fue pensamiento creador y liberador.
A veces se piensa que una academia es algo inerte y pétreo. Nada la agita, ni la moviliza, ni la dinamiza. Grave error. Una academia es en relación con un país, lo mismo que el cerebro en relación con el cuerpo humano, su parte más trascendental y luminosa. De las academias surgen las ideas, las corrientes de pensamiento, las leyes, las instituciones. En el campo del derecho, la Academia Colombiana de Jurisprudencia es la organización jurídica más jerarquizada y de más sólido prestigio. En estos días se posesionó la nueva Junta Directiva. Quedó integrada de la siguiente manera. Presidente Cesáreo Rocha Ochoa, primer vicepresidente Fernando Sarmiento Cifuentes, segundo vicepresidente Augusto Trujillo Muñoz, secretario general Juan Bautista Parada Caicedo, tesorero Luis Augusto Cangrejo Cobos y bibliotecario Hernán Alejandro Olano García. La Academia Colombiana de Jurisprudencia, por mandato legal asesora jurídicamente al Gobierno y emite conceptos ante la cúpula de la Justicia.
Un pueblo puede vivir sin vías de comunicación, sin hospitales y hasta sin escuelas. Vivirá mal, pero vivirá. En cambio sin justicia no se puede vivir. Los pueblos sin leyes se desbordan. Todo en la vida debe ser dirigido, conducido. Al tren lo aseguran a los rieles. Todas sus piezas van aseguradas y obligadas. No hay un solo objeto de nuestro uso, anota Carnelutti, que no haya tenido que mortificarse la materia desde que salió desde la mina, del árbol, de la tierra. Todo ha pasado por el fuego o por la sierra, o por el martillo, o por la lima, o por el embudo, o el laminador, retorciéndose. Así el hombre es escultor, el santo.
Cuando escribí mi segundo libro contra la violencia, Cesáreo Rocha fue encargado para analizarlo y lo aprobó. Publicado tuvo siete ediciones. Este intelectual es además de jurista un humanista integral. Piensa que no hay excelencia sin exigencia. Prefiere dar a recibir, dar el impulso que recibirlo. Es de los que piensa que se vive para hacer historia, no para padecerla.