HORACIO GÓMEZ ARISTIZÁBAL | El Nuevo Siglo
Domingo, 15 de Diciembre de 2013

El hambre en Colombia

 

Se ha dicho que la población colombiana se alimenta pero no se nutre. Y esto a pesar de que es bien sabido que el organismo se sostiene no con lo que come sino con lo que digiere. “Aproximadamente el 50% de las defunciones en Colombia corresponden a niños entre uno y cuatro años, lo que pone de manifiesto la existencia de un grave problema de desnutrición”. (Informe técnico de la FAO al Gobierno Nacional):

Con excelente lógica hay quienes sostienen que aun en casos comunes y leves la desnutrición de los trabajadores produce un estado de abulia que disminuye su capacidad productiva y aumenta el número de accidentes de trabajo. A esto agregan otros que parte de lo invertido en educación se desperdicia ya que las personas desnutridas no pueden sacar pleno rendimiento de su capacidad intelectual.

“Los grupos de población mal alimentados dan señales de descontento y constituyen focos peligrosos de agitación propensos a causar disturbios a la menor provocación”. “No olvidemos esta verdad que el anarquismo internacional conoce -afirma Asuad- de sobra, y explota a su debido tiempo para bien de sus designios; todo ser tarado, desnutrido, hambreado, con hambre física actual, humillado y frustrado, está permanentemente en trance de pre-agresividad, de ferocidad. Que ese hombre no puede pensar con la lógica social; que es ya un extraño al grupo, un alienado, un criminal potencial. No se crea que son indispensables todos los factores enumerados para crear la capacidad criminógena: con la sola desnutrición bastaría como lo proclaman los neurólogos, los fisiólogos del sistema nervioso y los especialistas en nutrición cuando dicen: “Dime cómo comes y te diré cómo piensas, cómo sientes y cómo obras”.

Es tan decisivo el factor de la educación en el fenómeno que analizamos, que hay quienes sostienen cómo la misma política no es causa de la violencia sino “estímulo que opera en un tercero de incultura y de degeneración sociológica”. Realmente el problema de la violencia y el hambre, en nuestro medio es un problema educativo. La ignorancia estimula los impulsos egoístas y antisociales. La educación da una información indispensable al educando y, lo que es más importante, le forma hábitos y actitudes fundamentales para la vida en comunidad.

La educación es base insustituible para vivir en sociedad. Por eso la escuela tiene una misión social tan decisiva. A ella asisten los hijos de la clase campesina y de los menos favorecidos por la fortuna. La escuela ejerce una enorme influencia, no solo por sus encumbrados objetivos, sino también por la magnitud de los sectores sociales que acuden a ella.

Solo la educación puede orientar el racional desenvolvimiento del individuo, infundiéndole personalidad al niño y haciéndole adquirir hábitos, principios, actitudes y conocimientos útiles al núcleo social en que vive. La educación, al propender por la conciliación de los impulsos opuestos, obtiene en gran parte el perfeccionamiento del individuo, para que así sirva mejor los altos fines de toda sociedad organizada.

Siempre nos ha parecido acertadísimo lo que sobre la educación dice un importante hombre de estudios: “No educar es educar para el mal, es auspiciarlo y protegerlo. Educar es cultivar los buenos factores heredados y corregir en gran parte los malos. Educar es dar al educando e integrar en su ser los elementos biológicos, afectivos, intelectuales y sociales que le faltan. Es dar a la inteligencia métodos, y técnicas a la acción para que dupliquen sus potencias potenciales. Es entrenar y capacitar al ser para la elección entre el bien y el mal, entre el derecho y el deber, mediante demostraciones pacientes, coacciones suaves, recompensas y castigos en las edades óptimas. Educar es pulir en el niño amplias superficies de contacto con sus semejantes, acrecentar el número de facetas articulares y destruir todo aquello que dificulta la sociabilidad”.