HORACIO GÓMEZ ARISTIZÁBAL | El Nuevo Siglo
Domingo, 22 de Septiembre de 2013

De acción y de pensamiento

 

Según Santo Tomás, después de la teología, ciencia de Dios, la disciplina más trascendental en el mundo es la política, pues se ocupa en la felicidad de los pueblos. Churchill sostuvo que la política se inventó, no para que “los pueblos vayan al cielo, sino para evitar que vayan al infierno”. Como las comunidades por naturaleza son inconformes -el descontento conduce al progreso- cuestionan con criterio implacable a la clase política. Multitud de estudios  afirman: la clase política no sitúa a las naciones en condiciones óptimas, pero sin los políticos la situación general de las comunidades sería peor. El aplastamiento de los políticos es el totalitarismo, el nazismo, el fascismo, el estalinismo y el despotismo. El peor de los congresos es preferible a la mejor de las dictaduras.

En la vida de las repúblicas son igualmente insustituibles los hombres de acción y los hombres de pensamiento. Hacer leyes hermosas tiene enorme interés. Pero esto nada significaría si no se ponen en ejecución. El pensador lanza una idea luminosa, el hombre de acción la convierte en realidad. Para llevar a la realidad un programa de gobierno se requieren mil elementos, procedimientos, recursos y habilidades. En teoría América fue presentida por sabios como Platón. Pero esto poco significó hasta que Cristóbal Colón realizó la asombrosa hazaña de descubrir el Nuevo Mundo.

La independencia de América fue un anhelo de siglos. Pero sin Simón Bolívar la creación de las nuevas naciones no hubiera sido posible en ese momento. Tan geniales fueron los enciclopedistas al concienciar al mundo sobre la necesidad de eliminar la idea del derecho divino de los reyes, como los revolucionarios que convirtieron en realidad el sistema democrático. Respetando distancias, el líder popular en nuestro medio cumple una extraordinaria función social. Sirve de intermediario entre el Estado y la olvidada comunidad, perdida en las remotas montañas nacionales. El líder popular se interesa por el acueducto, por el alcantarillado, por el puesto de salud, por la escuela, por la carretera, todo esto esencial para la supervivencia de las comunidades. El pensador se encierra en su biblioteca o en su laboratorio y se dedica con pasión a otros menesteres, también de indiscutible trascendencia.

El buen líder popular piensa más en la población, que en su propio beneficio. Es más altruista que egoísta. El autentico servidor de la comunidad disfruta más otorgando honores que recibiéndolos; es coherente entre lo que piensa y lo que ejecuta; alumbra no deslumbra. El líder experimentado actúa por encima de sus emociones, con serenidad, equilibrio y lucidez. Un líder de raza habla de igual a igual con los grupos más humanos y rechaza la arrogancia, la soberbia y el despotismo. Siempre piensa en servir, mejor que ser servido. Hoy el utilitarismo lo ha destruido todo.